El Doncel en Sigüenza

Una experiencia gastronómica de gran nivel. Visitamos El Doncel únicamente para comer, sin alojarnos en el hotel, y desde el primer momento la experiencia fue sobresaliente. La atención del personal merece una mención especial: un servicio impecable, atento sin resultar invasivo, y con un conocimiento profundo tanto del menú como del maridaje propuesto. Cada detalle estuvo perfectamente cuidado, demostrando una auténtica vocación por ofrecer al comensal una vivencia completa y refinada. En cuanto a la presentación, es evidente que aquí todo está pensado con un criterio estético y conceptual. Los platos dialogan con la vajilla de una manera poco habitual: cada pieza de cerámica parece haber sido diseñada expresamente para el bocado que se sirve en ella. Esa coherencia entre gastronomía y artesanía tradicional es uno de los aspectos más valiosos del restaurante, y habla del respeto por la identidad y la cultura local que impregna toda la propuesta. La comida en sí mantiene un nivel técnico muy alto. Cada elaboración demuestra una técnica depurada, un dominio del producto y una gran sensibilidad a la hora de equilibrar sabores y texturas. Optamos por variar ligeramente el menú degustación, ya que no somos aficionados a la carne de caza. En ese sentido, notamos que algunos de los platos adaptados, aunque perfectamente ejecutados, quizá no alcanzaron el nivel de profundidad y coherencia conceptual que los originales deben tener. Aun así, el resultado fue más que satisfactorio: una comida elegante, bien construida y con una narrativa gastronómica muy cuidada. En conjunto, El Doncel ofrece una experiencia que combina lo mejor de la alta cocina con una cercanía y calidez que no siempre se encuentran en restaurantes de este nivel. Sin duda, un lugar donde la tradición y la creatividad se dan la mano, y al que merece la pena volver para seguir descubriendo todo lo que su cocina tiene que contar.

Acogedor, pero un ppco ruidoso.

Hemos ido al restaurante. Sin palabras, la variedad de los platos, sabores, texturas… y servicio… espectacular. Repetiremos al 100%.

Restaurante de referencia en Siguenza por su calidad, ubicado en pleno centro. Disfrutamos el Menu Esencia 2025, destacar en los entrantes el buñuelo de cangrejo. La codorniz espectacular, al igual que el tartar de trucha, Las setas muy bien. La merluza en su exacto punto de cocion con una muselina esplendida que acompaña sumando sabor. La albondiga de corzo normal. Los dos finales de cordero, muy diferentes, menos sorprendentes que el resto del menu. Los postres un esplendido broche.

Es la segunda vez que vamos. Nos encanta! Lo mejor, calidad-precio. Para ser estrella Michelín, precio del menú degustacion bastante comedido. Eso sí, ojo a los vinos, muy caros respecto a bodega. Y los cafés a 5€! El servicio de camareros, de 10. El sumiller, de 10. El chef, de 10.

Solo puedo hablar por el restaurante: excelente. Desde que entramos sentimos que estábamos en un lugar donde ponen toda la dedicación en lo que están haciendo. Todos los platos a un gran nivel y puedes confiar en sus recomendaciones sobre las bebidas.

La decoración es sencilla ,elegante y resulta muy acogedor. El servicio es de diez y esos platos ......con una cuidada presentación y exquisitos desde el primero al último. Nos ha encantado .

Excelente restaurante. Maravillosa comida y trato exquisito. Recomendado para aquellos que les guste disfrutar con los sabores. Una estrella Michelin que no de frauda, seguro que le llegarán mas

Degustamos el menú Tierra y sal, basado en productos de alta calidad y sal de la zona. Platos con elaboraciones muy cuidadas y llenos de sabor. Nos encantó la merluza y el lomo corzo. Los postres eran una delicia, en especial el bizcocho de albahaca, fruta de la pasión y yogur. En nuestra opinión se nos hizo largo el menú, para la próxima pediremos el menú corto. El servicio y el chef Enrique muy amables, con explicaciones cortas y ambiente familiar.

He de decir que fui por aquello de la estrella Michelin y con poco convencimiento pues no me gusta lo del “menú degustación”. Sin embargo, me convencieron y vaya si lo hicieron. Desde el minuto cero se percibe un sitio agradable, un servicio impecable y con los cuatro aperitivos, iniciando con la tartaleta del “atascaburras”, uno ya tiene la certeza de que está en un gran restaurante. Magnífico todo. Soberbios los aperitivos, el tartar de trucha, la ensaladilla de codorniz, los garbanzos verdes, … el cordero. Y unos postres sobresalientes. Y lo más importante, a uno no le dan las uvas y no se harta de una retahíla de platos interminables. El número de platos y sus cantidades, roza la perfección.