Segunda vez aquí, y oficialmente es mi lugar favorito de Madrid. Comida excepcional, una carta de vinos cuidada y la combinación perfecta de decoración, música e iluminación industrial-chic. Se siente el cariño y el buen gusto en cada detalle. Pura clase.
Nitia Art
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01 Junio 2025
10,0
En el amplio espacio de una vieja fábrica de marroquinería, en el barrio de Prosperidad, se ubica Ovillo.
Mesas redondas ocupan un espacio donde el tiempo se ha visto detenido. Las blancas ropas del servicio de sala dan serenidad a un restaurante que quiere ser tranquilo, y que en las noches, iluminadas las mesas por velas, queda misteriso, pero no cómodo para la visión el comensal que quiere poder ver, para mejor disfrutar, de lo que va llegando a la mesa.
La carta de Ovillo es amplia, y además se la acompaña de sugerencias del día que hacen más extensa la propuesta que desde cocina pone en marcha el chef Javier Muñoz Calero .
La cocina que se practica en Ovillo, en una cena en el mes de mayo, con mucho calor en la ciudad, pasea por platos clásicos, Callos o carnes acompañadas de salsas clásicas, como un lomo de ciervo con salsa Perigord, hasta juegos más atrevidos como la berenjena asada con caldo de miso.
Buen pan el que ofrece la casa, y muy buenas las focaccitas sin gluten, que junto a unas láminas/pan de lentejas, hacen del elemento básico un disfrute.
Para acompañar esta bienvenida un poco de mantequilla con cítricos.
Y unas láminas de salchicha de ciervo y corto. La sal como conservarte será algo que aparezca a lo largo de la cena, y permanezca en el paladar más tiempo del deseado, pidiendo agua durante la noche, ya fuera del restaurante.
En los primeros probados hay afectividad y notas no tan certeras. Mientras que el erizo se presenta fresco y sabroso, el pulpo, sin sabor, queda oculto en un juego de matices y salsas que no le hacen ningún favor. Sabroso el carpaccio de Corzo, pero donde más personal el aliño que la carne.
Las chips de oreja son un entrante que tal como se presentan, sabrosos y picantones con gracia, merecerían un contraste húmedo que les diera mayor personalidad.
El esponjosito de rejo es un bocado bien resuelto, aunque su tamaño sea algo mínimo.
Los pescados, una corvina escabechada y un rape con holandesa quedan insípidos, y ni hay acidez en la holandesa para contrastar con un deslavazado rape, ni la corvina recibe la rusticidad viva de un escabeche que merecía más potencia.
La textura del lomo de ciervo, acompañado de la salsa con notas trufada, está muy bien de textura, lástima que la crema de calabaza no redondee con más personalidad sápida la construcción.
Gloriosos los callos. Melosos, ricos, nada pesados y muy equilibrados.
El servicio de sala queda algo tímido y distante, cometiendo errores infantiles.
La carta de vinos que propone Ovillo es aburrida, sin hacer oídos a tendencias que el mercado del vino nacional tiene ahora muy presente. No hay referencias en el campo de los blancos a vinos del sur, por poner un ejemplo. Y con errores como el de servir añadas que no son las indicadas en la carta. Los precios de los vinos duplican, por lo general, el precio en tiendas especializadas.
Resulta sorprendente como en tiempos actuales las correcciones de las cartas no se tienen al día.
Adecuado servicio de copas para el vino, optando para un único modelo para todos los vinos, ya sean espumosos o tranquilos.
La luz sobre la mesa, pese al supuesto romanticismo de las velas, queda como materia que después de los años que el restaurante lleva funcionando, al menos en sesión nocturna, debería prestarse algo de atención.
Desigual experiencia que no contempla una cocina total, ni desde luego una sala que merece una mayor atención.
Precios altos para el binomio relación calidad placer.
Explore785914
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31 Mayo 2025
6,0