08/10/2025: Muy buena experiencia, comida espectacular
05/10/2025: No es un restaurante, es mi casa en Madrid
Hay lugares que son más que un simple restaurante. Son un ritual, una parada obligatoria que le da sentido al viaje. Para mí, La Penela es ese lugar en Madrid. No concibo un paso por la ciudad sin venir aquí a comer. Me he convertido en una especie de embajador, porque a todo el que quiero impresionar, a todo el que quiero agasajar, lo traigo a esta casa. Y el resultado es siempre el mismo: una sonrisa de oreja a oreja y la promesa de volver.
Hablar de La Penela es hablar de Galicia en su estado más puro. Es cerrar los ojos y sentir el sabor de la verdad. Podría recitar la carta de memoria, pero hay joyas que son imprescindibles. Empezar con esa tortilla de Betanzos, casi líquida, que se derrama en el plato y en el alma, es una obligación. Junto a ella, la empanada gallega, con ese sabor de receta de abuela, y unas croquetas cremosas que son un escándalo.
Después, dejas que el mar te inunde la mesa. Unas almejas a la marinera con una salsa para mojar pan sin parar, unas vieiras a la plancha en su punto justo de cocción o ese pulpo tierno que te transporta directamente a una aldea gallega. Y si el día es para celebrar, el salpicón, ya sea de rape o de bogavante, es una auténtica fiesta.
Pero entonces llega el momento cumbre, el plato que define este lugar: la ternera asada. No sé cómo describirlo con palabras. Es una pieza tan tierna que se deshace con solo mirarla, con un jugo y un sabor profundos, auténticos. Es espectacular. Es el plato que recomiendo con los ojos cerrados, con la seguridad de que va a enamorar a cualquiera. Y si eres más de mar, no te preocupes, tanto el lenguado como la lubina son de una frescura y una calidad que demuestran el respeto que tienen por el producto.
Para terminar, el postre es el broche de oro. Las filloas calientes con crema son una caricia, el postre de casa. O ese queso de tetilla con membrillo que es la combinación perfecta entre dulce y salado. Un final sencillo y perfecto.
Y tengo que decir algo que es tan importante como la comida: la magia de La Penela no está solo en el plato. Gran parte de esa magia es el espectacular equipo humano que lo forma. Desde su encargado, José, que te recibe como si fueras de la familia, hasta el último de sus compañeros, el trato es, sin exagerar, de diez. Te hacen sentir especial, cuidado. Por eso insisto en que a este restaurante no solo se debe ir por la comida; se viene por la increíble calidad de su producto y por una atención que te hace querer volver antes incluso de haberte ido.
La Penela no falla. Nunca. Es la combinación perfecta de tradición, producto de primera y un cariño inmenso en la cocina y en la sala. Gracias por cada comida, por cada recuerdo y por ser siempre una apuesta segura. Lo digo de corazón: si quieren una experiencia completa, este es su sitio.