Nuevo Gerardo en Madrid

El servicio atento y profesional, y la comida espectacular. El punto del arroz perfecto y, el producto, de primera. Pedimos alcachofas, ensaladilla, boquerones fritos, arroz negro y rodaballo. Todo fenomenal. El único punto negativo es la tarta de queso. Sabor normal y bastante seca, no merece la pena, pero no creo que la experiencia general deba venir determinada por solo un plato cuando todo lo demás estuvo genial. Las filloas, eso sí, recomendadísimas. La ambientación y decoración son cuidadas y elegantes, con muchísima luz y amplitud. Es un sitio que invita a relajarte mientras comes en todos los sentidos. Todo hay que decirlo, el precio es elevado (tampoco una locura, pero sales a 50€/persona fácilmente) pero, si reservas aquí, sabes a lo que vienes y pagas producto de primera.

De las mejores paellas de Madrid. He ido varias veces y nunca decepciona.

Fui de invitado y no puedo opinar sobre los precios, pero cenamos en un grupo grande y fue todo perfecto. Buen trato y buena comida. El restaurante tiene nivel, sin duda!! No les pongo las cinco estrellas para que sigan mejorando 😃

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Pedimos 2 arroces y fideua. El arroz negro y la fideua muy mejorables. El arroz con bogavante excelente. Servicio deficiente con falta de atencion a la mesa

El arroz buenísimo. Igual q la ensaladilla rusa y los boquerones fritos

Nos encanta este restaurante, llevamos yendo muchos años y últimamente tanto la comida como el servicio han bajado de calidad , espero que puedan corregirlo y volver a ser el buen restaurante que ha sido siempre.

Excelente, en todos los sentidos.

Camarero un pelin inexperto para la categoría del restaurante, pero lo suple con creces Mario que es el Jefe de sala. Me sorprendió la calidad del arroz y la excelente atención. Volveremos seguro!

No hay nada tan opulento como un largo almuerzo. Las cenas están muy bien, pero el almuerzo, el verdadero almuerzo, ese es el verdadero capricho. Del tipo que se prolonga hasta la tarde, donde el vino sigue fluyendo, la conversación brilla y la comida, idealmente, te hace preguntarte por qué comerías en otro lugar. Nuevo Gerardo es exactamente ese tipo de lugar. Desde el momento en que entras, sabes que te espera algo especial. Los mariscos se exhiben con orgullo sobre hielo: relucientes, frescos, como si acabaran de saltar del océano al mostrador. La sala es suntuosa pero acogedora sin esfuerzo, toda madera pulida, manteles blancos impecables y ese inconfundible zumbido de comensales satisfechos que saben que han tomado la decisión correcta. La luz del sol entra por las ventanas. Los camareros, profesionales experimentados con ese tipo de encanto que no se puede enseñar, se deslizan entre las mesas, asegurándose de que los vasos nunca estén vacíos y que nada se apresure. Y luego está la comida: etérea, en otro plano completamente diferente. Los langostinos son tan dulces y frescos que jurarías que el mar está lamiendo a la vuelta de la esquina en lugar de a horas de distancia. El jamón ibérico es el tipo de cosas que te hacen considerar brevemente mudarte a España, solo para poder comerlo a diario sin juzgarte. Y luego viene la paella de langosta, una obra maestra dorada y reluciente, el tipo de plato que te hace querer llorar por todas las atrocidades a base de arroz de mala calidad que has comido antes. El año apenas comienza, pero si tengo un almuerzo mejor que este, seré un hombre muy afortunado. Si estás en Madrid y quieres arruinar todas las comidas futuras, ven aquí, porque después de Nuevo Gerardo, nada más estará a la altura.