Taberna Del Alamillo en Alameda del Valle

Muy rico todo, comida casera, servicio y cocina con mucho cariño.

Restaurante con ambiente familiar, muy agradable y los camareros muy amables aunque lo mejor de todo, la comida. Tomamos varios platos a compartir para probar más y todo nos encantó. Lo que estaba realmente exquisito era el boletus, increíble! El precio adecuado, no era barato pero muy buena relación calidad-precio.

Muy atentos y la comida de calidad. Volveremos

El cordero asado es muy bueno. Hay que reservarlo con antelación. Solemos ir a menudo.

Siempre es una apuesta segura. Siempre vamos y repetiremos. Los seis que hemos comido opinamos de forma similar. Gracias

Solo desayuné y estaba espectacular

Alameda del Valle es un precioso Pueblo en la sierra de Madrid, cerca de Rascafria o Lozoya del Valle, pueblo cuidado, conservado y amable. Este restaurante no le va a la zaga, perfectamente ambientado, conservado terraza para comer o tomar algo, horno de leña La comida honesta, abundante y a precio contenido, buena comida castellana, carnes y amplia variedad de entrantes

Un destino imprescindible para quienes buscan auténtica cocina castellana en un entorno natural de ensueño. Situada en un antiguo pajar rehabilitado en el Valle Alto del Lozoya, esta taberna combina rusticidad y elegancia con brasa, horno de leña y una atmósfera cálida que enamora desde el primer momento . La carta destaca por su enfoque en carnes a la brasa y a la teja, siendo el cordero lechal de Aranda asado en horno de leña su firma indiscutible. También brillan las raciones generosas como chorizo de Lerma a la olla, morcilla de Burgos al horno, croquetas caseras y platos de temporada como setas o caza cuando corresponde . Los comensales coinciden en la experiencia única: “La calidez de la chimenea encendida y el aroma a leña, hacen que uno se sienta inmensamente a gusto” ; además, su carta, aunque breve, es precisa, sabrosa y siempre sorprende con ingredientes bien cuidados .

Una revelación gastronómica en forma de hamburguesa: carne majestuosa, pan etéreo y sabores orquestados con precisión celestial. Un bocado y el mundo se detuvo; mis sentidos, elevados a un éxtasis culinario que roza lo divino.

He pedido una inquebrantable grande, poco hecha y sin pepinillos. Por un momento he creído levitar, he sentido como mi alma salía de mi y ascendía hacia el firmamento. Solicitamos santifiquen a la cocinera porque la virgen...