19/03/2025: En la parte más profunda y céntrica de Barcelona, que es, sin embargo, el órgano más mágico de la ciudad, se ubican pequeños locales escondidos de las masificaciones y del turismo. Tan bien escondidos entre el laberinto de callejuelas góticas, que sólo aquel dotado de suficiente curiosidad podrá atreverse a encontrarlos. Uno de estos pocos parajes místicos es El Cocinero de Damasco, un restaurante de comida de Siria orquestado por el Salem, que cuenta con la ayuda de su aliado Carlos.
Las 15.30 de un simpático el sábado de septiembre representan los últimos treinta minutos de la jornada que Salem ofrecerá sus servicios, ya que El Cocinero de Damasco distribuye su olor a shawarma por las calles góticas cuatro días de cada semana de las 12.00 a las 16.00 de la tarde. En esta valiosa mitad de hora restante, el restaurante se encuentra con todas sus puertas y entradas de luz cerradas, y los interesados que vagan por delante de sus portales, cometen la equivocación de pensar que el sitio se encuentra cerrado. Un cliente que dice ser habitual rumia con una sinfonía gallega: “Pero si vengo todos los sábados joder”. Es el propio hombre quien fruto de la incomprensión de la situación se presenta ante la puerta con dos gentiles golpes que no obtienen respuesta. Ya cuando el hombre pone la marcha atrás la mirilla de la puerta se abre y unos ojos parecen murmurar algo desde dentro antes de dejarlo entrar.
“¿Esto tiene por más de media hora, está seguro de que quiere entrar?”, es la pregunta que formulan los ojos de la mirilla, que posteriormente se darán a conocer como Carlos. Al responder afirmativamente, el local cerrado se convierte en un restaurante en el que más de diez personas esperan pacientemente para una misma cosa: el shawarma del señor Salem. El Salem es el ya reconocido por los barceloneses más barceloneses como cocinero de Damasco. Aunque también ofrece otros platos y sabores de su tierra, Siria, la mayoría de los clientes se piden el también conocido como kebab o durum sirio de cordero. Es el mismo Salem con su compañero Carlos, quien pulcramente corta a cuchillo la carne de cordero y de pato encurtidos con canela, añadiéndole una salsa de yogur, salsa picante, lechuga, y tomate que rodeado por un único pan de pita orquesta una sinfonía de sabores que no se sinfunden. “Yo me tomo mi tiempo para hacer cada shawarma porque las echo amor a cada uno” es la razón que da Salem a los más de cinco minutos de su tiempo que dedica a cada una de sus obras, un tiempo que los clientes están orgullosamente dispuestos a esperar, como muestran las largas colas “Yo por un kebab de éstos, el tiempo que haga falta”.
Pasadas las 16.00 de la tarde, el establecimiento ya se encuentra en horas de cerrar, pero Salem y Carlos esperarán el tiempo que requiera para servir hasta el último cliente de la inacabable cola formada en el interior del local. Al llegar al turno de los últimos integrantes de la cola, uno de los cuales resulta ser el honrado en redactar esta crónica, el cocinero damasquí de 79 años, le dedica la misma pasión y tiempo que les ha dedicado a los diez previos comensales. La elaboración del conjunto de sabores abrazados por un pan sirio aterrizaron en las papilas gustativas de los últimos clientes, su reacción podía reflejar un placer inmenso.
No fue hasta las 17.30 de la tarde que los últimos clientes no se despidieron del local y sus dos cocineros, y no por la tardanza del místico plato, sino por el hecho de que permanecieron a conversar con el Salem hasta que las cuerdas vocales lo permitieran. Una conversación que permanecerá en las memorias de ambos clientes, que se convirtieron más que en unos clientes, y aquel escondido, pero conocido lugar de la ciudad de Barcelona, se convirtió para ellos en más que un simple restaurante.
14/03/2025: Mejor shawarma que he comido nunca. El dueño es encantador y súper agradable. Venid a comer temprano porque (como es de esperar) se llena. La salsa picante es auténtica