Restaurant BarcelonaMilano en Barcelona

Deliciosa comida y vinos, gran ambiente!

Excelente experiencia en este restaurante. El menú de 46,50 € ofrece una relación calidad-precio muy acertada, con raciones muy completas y platos bien elaborados que dejan más que satisfecho. El ambiente es muy agradable y animado, aunque algo ruidoso en ciertos momentos, lo que también refleja el buen ambiente del local. El servicio ha sido impecable, muy atento y cercano, especialmente Sergi y Alex, que han sido encantadores y han cuidado cada detalle para que la experiencia fuera perfecta. Un lugar muy recomendable al que sin duda merece la pena volver. Cinco estrellas bien ganadas.

¡Excelente! Una excelente combinación de platos tradicionales catalanes e italianos, con una carta repleta de opciones y platos deliciosos. Un lugar muy acogedor y una cocina abierta.

Todos los platos que probamos estaban muy buenos.

Mi amiga Sandra nos invitó a celebrar Nochevieja en su casa y, aunque era viernes por la noche, el restaurante estaba casi vacío, lo cual me sorprendió porque el servicio era deficiente. Tuve que esperar media hora por el pan sin gluten; incluso nuestro camarero se molestó con la cocina. Era evidente que no había un encargado y el exceso de empleados parecía casi aburrido. Los platos estaban deliciosos, pero algunos, como las albóndigas, eran demasiado pequeños y mi amigo Asaf, que es de un pueblo lejano en las montañas de la oscuridad, se quedó con hambre y tuvo que comer pasta fría para niños. Había algo en el ambiente que no recordaba ni a Italia ni a Barcelona, ​​pero simplemente estaba bien. El lugar no intentó crear ambiente; por suerte, trajimos ambiente de casa y volvimos con un osito de peluche de regalo.

¡Qué lugar tan genial! Éramos un grupo grande y nuestra velada fue maravillosa. El servicio fue atento, la comida deliciosa y el ambiente tranquilo y acogedor. Es un restaurante precioso y estamos muy contentos de haberlo elegido para nuestra cena festiva. Pasamos una noche estupenda y lo recomiendo encarecidamente.

La garantía es de absoluta satisfacción con independencia de que se opte por especialidades de cocina catalana o italiana, pues difícilmente baian el nivel tanto de elaboración en cocina como de calidad de todo el producto que ofrecen en su variada carta que destaca por ser apta para todos los gustos. Solemos frecuentarlo y jamás nos ha defraudado, mereciendo ser destacadas la competencia y profesionalidad de un siempre atento y diligente servicio, por lo que justo nos parece felicitar por ello a Antonio, pues bajo su batuta todo suena de maravilla.

Fuimos un grupo grande después de una reunión. Tienen zonas privadas para grupos más grandes y una zona separada para otros huéspedes. El servicio fue muy rápido y el personal muy atento. A pesar de ser muchos, no hubo retrasos. Como turista, tuve la oportunidad de probar muchas comidas españolas por primera vez, y estaban deliciosas (y algunas fueron divertidas de probar, aunque me gustaron mucho). El ambiente también fue muy agradable.

Excelente relación calidad-precio en Barcelona, ​​con excelente cocina italiana y española. Ideal tanto para cenas de grupo como privadas, con una amplia bodega.

Hay tardes en las que te das cuenta de que la cocina no se trata solo de sabor, sino de texturas, matices sutiles y fugaces momentos de brillantez. En el Barcel Milano, durante una cena de seminario, redescubrí esta rara sensación: la de sorprenderse sin abrumar. Las tapas se desplegaban como viñetas meticulosamente elaboradas: presentación elegante, sazón perfectamente equilibrada y un enfoque delicado, casi japonés, de los ingredientes. Mención especial merecen el tataki, maravillosamente sencillo, los filetes de ternera marinados, cuya ternura rozaba lo absurdo, y las judías verdes en tempura: crujientes, ligeras, casi juguetonas. El vino blanco era agradable, pero fue el tinto de Rioja el que me cautivó: los taninos se integraron lo justo para retroceder donde era necesario, complementando los demás sabores sin eclipsarlos. La carta de vinos, por cierto, rinde un hermoso homenaje a Borgoña, nuestra región de origen. Un detalle que me conmovió. Terminamos la comida con un Pedro Ximénez que me encantó —aterciopelado, casi una caricia— y que también encantó a quienes lo descubrían por primera vez. El postre, quizás un poco menos elaborado que el resto, dejó con ganas de más. Pero terminar con una piña fresca, crujiente y jugosa tenía una sencillez cautivadora. Y a veces, eso es justo lo que se necesita. Un restaurante con buen gusto. En todos los sentidos.