Pez Tortilla en Madrid

No hay mucha variedad en la carta pero era sabrosa la comida, para mí gusto a las tortillas le faltaba un poco más de cocción ya que chorreaba mucho el huevo por el centro.

Muy buenas tortillas, el servicio atento y amable. Quizás lo único a mejorar sería la distribución de las mesas y que hubiera un poco más de orden pero difícil con tanta clientela.

Muy rico siempre pero siempre lleno, si no tienes problema en esperar genial! Por todo lo demás muy bien!

La comida está muy rica, viene 7na buena cantidad y el precio es bastante razonable, pero tiene poca variedad; sobre todo en cuanto a tortillas El sitio es agradable.

Los camareros fueron muy amables y el servicio muy rápido. Las tortillas ya las hemos probado varias veces, y son espectaculares. Esta vez hemos pedido también albóndigas y todo un acierto. Muy recomendado tanto este local como todos los que tienen.

Estuvo bien, la tortilla buen sabor, la ensaladilla bien aunque le falta sabor y la porción muy pequeña para lo que vale, del resto Ps normal ! Nada impresionante

No soy amante de las tortillas pero debo decir que son unas de las mejores que he comido. Repetiria.

La tortilla y croquetas excelentes, el servicio muy atento.

La mejor tortilla de Madrid Hay un mozo que tiene muy mala predisposición para atender a los clientes. Entiendo que puedes tener un mal día pero fuí tres veces y estaba siempre igual. Una lástima

Entré con hambre, hambre de algo sencillo y verdadero. De ese pequeño placer que no exige explicaciones: una buena tortilla de patata. Elegí dos. Una de sobrasada, roja y ardiente como una promesa. Otra de queso, fresca, con ese amargor elegante que deja huella sin herir. Y estaban buenas. Muy buenas. Cada bocado era un diálogo entre lo que esperaba y lo que recibía. Cerraba los ojos, asentía en silencio, agradecido. Me sentía bien. Me sentía cuidado por la cocina. Quise corresponder. Ser amable. Le hablé al camarero con una sonrisa que no pedía nada, solo conexión. Pero cuando trajo la cuenta, cuando nuestras palabras finales se cruzaron, lo hizo con una frialdad que no se disimula. Un gesto brusco. Una mirada que esquiva. Una indiferencia que corta más que una mala palabra. Fue ahí, justo al final, cuando algo se rompió. No en voz alta, no dramáticamente. Se rompió hacia dentro, como una copa fina que se quiebra sin hacer ruido. Me quedé un instante más, con la sonrisa aún puesta, como quien no sabe si ha sido visto o ignorado del todo. Mirando al infinito, como si el techo o la puerta pudieran explicarme lo que acababa de sentir. Y así me fui. Con el sabor de la tortilla aún en los labios. Y el de la indiferencia, o tal vez el descuido, en el alma.