Ola Martin Berasategui en Bilbao

Aunque el local, estando muy bien, no es nada del otro mundo, la comida y el servicio son realmente excepcionales. Casi por encima de lo esperado para una estrella Michelin, quizá se merezca la segunda, al menos por la comida

Desde el primer Ola, este restaurante nos cautivó. El servicio fue impecable, cálido sin ser intrusivo, y la sumiller fue una estrella por derecho propio, guiándonos hacia un vino que no solo acompañaba la comida, sino que realmente la elevaba. El menú degustación logró un hermoso equilibrio entre creatividad y comodidad: cada plato se sintió considerado, audaz cuando era necesario, pero nunca ostentoso por el simple hecho de serlo. Los platos más destacados abarcaron desde delicadas interpretaciones de mariscos hasta bocados salados profundamente satisfactorios, con un postre final que fue juguetón sin caer en el efectismo. Si tuviera que ser quisquilloso —porque la perfección es una palabra peligrosa—, la bola crujiente fue el único elemento que no me convenció del todo. No está mal, la verdad, solo un poco menos armonioso en una sinfonía que, por lo demás, era perfecta. La diferencia con respecto a mi anterior experiencia con estrella Michelin (digamos… "en otro lugar del norte") no podría haber sido más sorprendente. Donde el primero me dejó admirando la técnica desde la distancia, Ola me hizo sentir bienvenido, sorprendido y genuinamente feliz de estar en la mesa. En resumen: una comida memorable, magníficamente presentada, con corazón, humor y sabor de sobra. ¡Saludos, equipo Ola! ¡Reservadme un lugar para el menú de la próxima temporada!

Mi experiencia en Ola fue un auténtico duelo, que me dejó con sentimientos encontrados. Hay un talento innegable en la cocina, pero la experiencia en general no me convenció del todo. Empecemos por lo más destacado: los platos principales fueron absolutamente magníficos. La lubina estaba cocinada a la perfección, fácilmente digna de una o incluso dos estrellas. El pichón también estaba excelente, demostrando una gran destreza técnica. Los postres, creativos y deliciosos, dieron un final contundente a la comida. El servicio, en cuanto a la técnica, también fue muy eficiente y coordinado. Sin embargo, faltaba la conexión emocional. El servicio se sintió más mecánico que personal, creando una atmósfera algo fría y apresurada. Esto se hizo más evidente cuando me arrebataron el plato en cuanto dejé los cubiertos. Me pareció eficiente, pero no hospitalario. Mi viaje culinario también empezó con mal pie. La primera parte del menú se centró en un perfil de sabor vasco muy tradicional, fuerte y ácido. Si bien aprecio la autenticidad, fue un completo desajuste para mi paladar. Esto, por supuesto, es cuestión de gustos, pero quienes prefieran notas más intensas o dulces deberían tener en cuenta las decisiones estilísticas del chef. La mayor decepción fue el maridaje sin alcohol. Cuando pedí un cóctel sin alcohol ácido, me ofrecieron una bebida increíblemente dulce. En un restaurante de este calibre, donde algunos comensales no beben alcohol, ofrecer opciones sin alcohol más sofisticadas que solo cerveza o un cóctel sin alcohol básico debería ser algo habitual. En conclusión, Ola es un restaurante con un alto nivel técnico. Sería una excelente opción para un comensal que aprecia profundamente un perfil de sabor vasco muy clásico y ácido, y que valora la precisión técnica por encima de un ambiente cálido y personal. Para mí, lamentablemente, a pesar de los brillantes platos principales, faltaba el alma.

Sin desmerecer al excelente trabajo que hace todo el equipo que gestiona este restaurante, la sensación es que estas en una franquicia, otra más, del grupo marca Martín Berasategui. Nada que ver con el restaurante original de Lasarte. La comida está bien, pero sin sorpresas. Algunas cocciones eataban un tanto pasadas. La seleccion de vinos correcta y a precios lógicos. El espacio es un tanto anodino y, curiosamente, a pesar de estar dentro del hotel Tayko, no sigue la linea tan rompedora y personal de este excelente hotel. Servicio impecable. Un 10. Precio? Creo que no llega a valer lo que se paga, aunque no es especialmente caro.

El ambiente y la atención son exquisitos. La comida es imposible que este mal. No le doy 5 estrellas ya que, alguno de los platos me pareció que, si por supuesto estaba perfectamente elaborado, y si bien tenía combinaciones curiosas, no resultaban redondas, la mezcla en si no era sorprendente, las degustabas de manera independiente. En un sitio de este tipo la exigencia es alta.

Disfrutamos muchísimo de la experiencia. Queremos agradecerles su amabilidad al acceder a nuestra inusual petición de sustituir uno de los aperitivos estrella de uno de los comensales: las aceitunas aliñadas. Nos atendieron maravillosamente en un ambiente relajado y acogedor. El menú elegido, "Lo Mejor de la Cocina de Martín Berasategui", nos pareció excelente y suficiente para una comida. Obviamente, hubo platos que nos sorprendieron excepcionalmente y otros no tanto... Por ejemplo, no supimos apreciar la selección de mantequillas ni el whisky sour de maracuyá. Es cuestión de gustos... Sin embargo, nos encantaron todos los platos de marisco, como la sardina crujiente, la anguila ahumada, las gambas rojas y, especialmente, las gambas, la ostra y el begi haundi. También destacamos la tortilla líquida y el pichón a la plancha. Y entre los postres, destacamos el granizado de pera y apio, y, por supuesto, las rocas de chocolate y el bombón de avellana. Finalmente, nos pareció que los platos se anunciaron demasiado rápido. Hubiéramos agradecido una presentación mucho más pausada, permitiéndonos disfrutar de la complejidad de su composición desde el principio, antes de degustarlos. En cualquier caso, esta opinión no cuestiona nuestra evaluación del servicio, que nos brindó un apoyo excepcional durante toda la cena.

Muy buena experiencia. Tomamos el menú ejecutivo y nos quedamos muy satisfechos. El menú fue de menos a más, destacando especialmente los platos principales. El local es mejorable y quizá hay demasiadas mesas. En nuestro caso había un mueble de servicio detrás de mi silla, al que tenían que acceder de vez en cuando, resultando algo molesto. El precio de la comida nos pareció acorde a la calidad. La copa de vino a 12€, caro.

Fue una experiencia fantástica; no sé ni por dónde empezar. Para empezar, no como marisco, así que varios platos no me convencieron. Aun así, el chef preparó un sustituto para cada uno y la degustación transcurrió sin interrupciones. Cada ración fue una celebración tanto para el paladar como para la vista. En muchos casos, lo que creías ver no era lo que saboreabas; por ejemplo, la imagen de lo que parecían aceitunas no lo son; al morderlas, rebosaban de sabores increíbles. El equilibrio de sabores fue asombroso; todo fue una experiencia; estábamos deseando que llegara el siguiente plato sorpresa. El cordero estaba delicioso; cómo consiguieron crear esos sabores de un cordero de esa manera es todo un arte. La forma en que sirvieron el último plato, en un árbol de las delicias, fue el broche de oro perfecto para la comida. Obviamente, la experiencia tiene un precio: como guía, diría que deberías calcular unos 200 € por persona (vino incluido). Si te gusta la gastronomía, este restaurante es imprescindible. Desde el atento servicio hasta la comida, todo lo que hace que sea una experiencia inolvidable. Lo recomiendo encarecidamente.

Impresionante. Todo fue excelente, cada plato, la presentación, el ambiente y el servicio no decepcionaron. Ciertamente no es barato, pero es valor.

Reservamos para alojarnos en el maravilloso hotel Tayko Bilbao en parte para disfrutar del restaurante Michelin * y no nos decepcionó. Estábamos encantados! Pedimos el menú degustación de Ola con el maridaje de vinos comenzando con champán Louis Roederer - y continuó desde allí. Cada plato fue presentado exquisitamente y una explosión de sabores y texturas, incluyendo algunos maridajes interesantes. ¿Anguila y foie gras? Funcionó! El personal de servicio era profesional y conocedor - y muy agradable. En definitiva, una experiencia verdaderamente maravillosa que recordaremos durante mucho tiempo.