Miguelitos en Barcelona

Servicio atento y proactivo. Producto fresco y de calidad. Ambiente acogedor con tablas separadas.

Puesto agradable con buen servicio. Cocina tradicional bien hecha. Uno por el caro por mi gusto, pero sales contento.

Miguelitos es uno de esos restaurantes que mantienen viva la esencia de la cocina clásica barcelonesa: sin estridencias, sin experimentos, pero con una honestidad y calidad de producto difíciles de encontrar hoy. La carta es amplia, con platos de toda la vida: croquetas, ensaladilla, marisco, carnes al punto… nada que busque sorprender, todo pensado para gustar. Las croquetas (de jamón ibérico y de bacalao) son de las buenas: tamaño generoso, bechamel cremosa y fritura impecable, sin exceso de aceite. La ensaladilla Miguelitos, aunque visualmente simple, tiene una textura muy lograda y un sabor suave y equilibrado, perfecta para compartir. Los mejillones al vapor llegan con el punto justo de cocción y buen tamaño, y las ostras francesas se sirven frías y frescas, acompañadas de hielo picado y limón, como debe ser. Los calamarcitos de playa, a la plancha, destacan por su ternura y por el toque de ajo y perejil justo, muy bien hechos. El solomillo de ternera a la pimienta verde, un clásico que en muchos sitios se ha perdido, aquí se defiende con nota: carne tierna, salsa correcta y guarnición de patatas y pimientos bien tratada. El servicio roza la perfección: atentos sin agobiar, educados y profesionales. Además, las mesas amplias con manteles de tela dan ese aire de restaurante “de toda la vida” que se agradece. La cuenta (unos 120 € para dos personas con bebidas) encaja con la calidad del producto y el nivel del servicio. No es barato, pero tampoco pretende serlo: se paga por comer bien y tranquilo. En resumen: Miguelitos es una apuesta segura para quien busque cocina tradicional bien ejecutada, con producto de primera y servicio impecable. No hay fuegos artificiales, pero sí oficio, y eso hoy vale mucho.

Un espacio muy agradable y con buenos y bien elaborados productos. Servicio muy profesional y amable, especialmente Sandra que nos aconsejó muy bien.

Servicio excelente, cocina nunca falla.

Fui junto con un grupo de 9-10 personas, para un almuerzo empresarial, y la experiencia nos quedó a deber. En cuanto a la comida, en general gustó; los entrantes estaban ricos pero en lo particular, lo que yo elegí de segundo plato, estaba soso, tanto en su presentación como en sabor (eran sesos de lechal); los postres riquísimos, en especial el coulant. Lo que más ha decepcionado fue la atención del personal: faltaba acomodar un lugar para uno, y aunque se le comentó al mesero nunca llevó la silla, otro compañero tuvo qué ir por una, y los cubiertos se los dieron hasta después. Otra compañera que tiene intolerancias alimentarias, al preguntar sobre los ingredientes de algunos de los platillos, le respondieron de mala forma y ni siquiera le supieron resolver sus dudas, además de la lentitud con la que nos fueron atendiendo. Para los precios moderadamente altos que tienen se esperaría un servicio mucho mejor En cuanto al sitio, es chulo, con aire elegante pero definitivamente su servicio lo afea.

Buen lugar. Burguesía local. Buena comida. Excelente servicio. Precios medio-altos, acordes con este tipo de locales en Barcelona.

Buen restaurante, calidad 10 y ambiente cálido, tranquilo y agradable. Muy recomendable

La comida es buenísima, lo recomiendo. Y la Atención del personal también

Un restaurante clásico “de toda la vida” en Barcelona, simplemente espectacular. Ambiente tranquilo y un servicio impecable. La comida, como siempre, riquísima, con un producto de diez. Nunca me voy sin pedir la ensaladilla rusa, el steak tartar y las cocochas al pil-pil, pero la verdad es que nada te deja indiferente.