Habiendo vuelto hoy, me ha atendido Rostyslava de sonrisa clara, color de luna, seriamente profesional y agradablemente empática. Y si hablamos de comida, pongámonos serios al servirme un chuletón al punto menos punto con el don de Juan. De aperitivo dos croquetas caseras, que recomiendo al igual que el chuletón para quien sea comedor. De postre, todas las tartas son buenas y si se pide café cortado, Cristina, le sorprenderá con su toque especial, en lo cuantitativo como cualitativo. Mi hotel ha perdido un cliente, y "La Taberna María de la O" ha ganado un comensal. Con una máxima atención profesional, Cristina, que tiene una mirada capaz de rescatar a un hombre de sí mismo, y ser ese odre donde verterse para luego beberse a sí mismo, me dice que elija mesa cumpliendo con la más alta norma de hospitalidad no sintiéndome extraño. Consciente de lo que se lleva entre manos, me recomienda el menú del día, haciendo hincapié en las "alubias caseras y costillas a la brasa", y de postre "Macedonia" con esa esa sazón especial de su Chef, Juan, haciéndote sentir la más alta aristocracia de los sentidos. Toda una delicatessen de calidad extra al degustarlo, no dejándome indiferente su persona, sin olvidarme de Raúl quien atiende por la tarde. Cristina, con la pureza de su juventud, que sigue alimentándose todavía de la divina ambrosía de los ideales, pues quien escribe ya tiene muchos años y voy siendo una historia que me cuento a mí mismo, mientras ella es el privilegio de advertir una perfección invisible a otros ojos, y Raúl, en la misma seriedad y profesionalidad que Cristina, te dejaba entrever que sabe ser y estar con empatía y amabilidad, mientras Juan, tiene el don como último santuario. Cristina, Raúl y Juan, por un momento, me han hecho comprender que el mundo ante ellos es extraordinario y el mío es alguien que pasó por la nombrada Taberna, con la satisfacción de no sentirme extraño, reconociéndome en cada palabra y cruce de mirada, sabiendo que hay días más tranquilos que otros en el número de comensales, pero pese a que el restaurante esté completo y su personal no ande, sino corra, siempre le atenderá con empatía, simpatía, sonrisa, profesionalidad y humanidad, y a quien me lea, decirle que esta atención no se paga con dinero, pues todo es un lujo en esta vida, y más hoy, pues nacer es el mayor lujo, y si además, se encuentra con esta atención, y las creaciones de su Chef, que está convencido, de que la belleza de las mismas, reside en la naturaleza efímera y todo sea un bioma de ideas culinarias, le parecerá: BUENO, BONITO y BARATO.
Y Anita, la chef del atardecer y el anochecer, tiene en sus manos el gran secreto ibérico, y ha sido un placer saludar a María que como dueña ha prestado su nombre al restaurante, haciéndolo construcción presente.
A quien me esté leyendo, advertirle, que durante el tiempo que esté degustando, ingerirá, grasas, sal, azúcar, proteínas, bacterias, hongos, varias plantas y animales, y en alguna ocasión, hasta ecosistemas enteros, pero, he de suplicarle una cosa, solo una; que no coma, deguste, saboree, deleite, aprecie cada bocado que introduzca en su boca. Sea consciente, pero no coma. Este menú es demasiado preciado para eso. Y dicho esto: BUEN PROVECHO.
J. Guillermo Nicolás García
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18 Marzo 2025
10,0