Kattalin en Zugarramurdi

Llegamos a las 15h y ya no quedaba nada de pescado fuera del menú y del menú había la mitad de opciones daba igual si pedías primero, segundo o postre. Atención muy seca. Se sentaron a comer los empleados antes de haber terminado nosotros. Tuvimos que levantarnos para que nos cobraran.

Servicio muy lento. El trato al entrar parece que te perdonan la vida la comida está pasable pero el precio es elevado para la comida que es

Comida normal no destaca por buena ni mala, no creo que repita. Para mí gusto, menú caro de 25 euros sin bebida ni café. Sin más!!

La comida está bien. El servicio ya es otra cosa... Agradables sí, lentos también. Vamos sin reserva y nos encuentran sitio, muy bien. Cuando pedimos menú, tardan unos 30 minutos en servirnos, pero nos traen el segundo ( cordero que estaba bueno y pato, normal), sin haber traído el primero: croquetas que dicen que son caseras, me da que no y paté, que estaba muy bueno. Al final comemos con el primero y el segundo a la vez en la mesa, porque le decimos que dejen el segundo para que no se enfríe. Cuando pedimos los postres también pedimos el café. Dicen que las tartas son caseras pero nosotros tenemos serias dudas de ello. Del café no sabremos nada hasta pasado un buen rato. Pedímos la cuenta, esperamos 10 minutos y nadie aparece. Decidimos levantarnos e ir a la barra a pagar para irnos, y la sorpresa es que estaban todos los trabajadores del restaurante comiendo, ya podíamos esperar la cuenta... En fin 59€ dos menús, más 2 cafés, más bebida que no entra en el menú... Calidad precio nada ajustado.

Comida casera y muy buena. Raciones de tamaño importante. Además nos han dejado compartir menú al ir con niños. Repetiría una y mil veces. Ambiente familiar y todo perfecto.

Reservamos y nos han tratado genial nos recomendaron el revuelto de hongos y el chuletón y fantástico lo rico que estaba. Los hermanos nos trataron genial, y aunque esperamos mereció la pena! Los nervios y las prisas hay que dejarlas en casa

Buen sitio para comer, aunque a medida que se llena el comedor los camareros no dan abasto.

Restaurante familiar con un ambiente muy cercano. Un solo camarero atendía más de 10 mesas, y aun así lo hacía deprisa, ordenado y muy atento. En la cocina estaba su padre, que cocinaba con mucho gusto, acompañado por una ayudante, y una mujer que echaba una mano en todo lo que podía. En cuanto a la comida: el magret de pato muy bueno, el paté normalito, aprobado justo, los espárragos muy buenos, las chuletas de cerdo ricas, el bacalao normal y las croquetas con sorpresa, muy sabrosas. Los precios son algo elevados, seguramente por la proximidad con Francia. Las vistas son fantásticas y la brisa hacía que se estuviera muy cómodo sin tanto calor.

¡Una experiencia fantástica! Personal amable. La comida es un poco cara para la calidad. Ten en cuenta que hay un suplemento de 2 € por persona por cenar en la terraza del restaurante.

100% recomandable!! Sabores auténticos del País Vasco francés con un toque de alta cocina. Producto fresco, ejecución impecable y un servicio que hace sentir en casa. El piment d’Espelette brilla en platos creativos y equilibrados. Una parada obligada para quien ame comer bien.