Hosteria Del Laurel en Sevilla

Solo puedo opinar de la comida y el servicio. Depende el camarero que te atienda va acorde al sitio o no. Comida bastante buena y variada. Cerveza fría.

Fuimos el pasado sábado, y la verdad es que nos pareció un sitio estupendo. Entras y ya aprecias la historia que tiene. Ahora han modernizado los salones y la cocina, que se ve muy bonita desde la ventana al salón. La comida excelente, bien servida por unos atentos camareros. Probamos los chuletones de Angus, exquisitos. Como entrante la ensalada con tronco de bonito y de postre una deliciosa torrija de pan brioche. Sin duda una gran experiencia culinaria.

Un restaurante con sabor a Sevilla, desde el nombre hasta la cocina, situado en un lugar mágico. Muy recomendable.

En un lugar privilegiado del centro de Sevilla y la comida de gran calidad. Desde hace varios años organizamos las comidas de amigos y siempre un trato genial. Tiene varios salones por lo que es perfecto para grupos.

Espectacular producto y trato del personal.

a sido maravilloso conocer al nieto del fundador es una persona amable y cercana; el personal es atento y cordial la comida de buena calidad y los precios muy correctos lo recomiendo y volveré. muchas gracias desde Barcelona

Encantador restaurante en pleno barrio de Santa Cruz, con mucha historia y un ambiente típico sevillano. La comida es excelente y el servicio, atento y muy amable. Un clásico de Sevilla que merece la visita.

¡Excelente comida, habitaciones y ubicación!

Restaurante increíble. La mejor comida y ubicación. El personal es maravilloso. ¡No te lo pierdas!

En el momento en el que nuestro guía de Sevilla nos dijo que teníamos un descanso de diez minutos, la mayoría de las personas de nuestro grupo turístico se fueron a abarrotar los puestos de recuerdos alrededor de la Plaza Venerables o a observar el centro cultural Fundación Focus. Tenía algo mucho más importante en medio, café. Ubicado en la esquina de la pequeña plaza de la línea de árboles estaba Restuarante la Hostería de Laurel. Entré y comprobé en el mostrador que sí hacían café y pedí uno. Tomó la mayor parte del descanso de diez minutos para hacer el café, pero valió la pena esperar. Significaba que no podía saborearlo tan despacio como quería y que merecía un buen sabor lento. Hacía demasiado calor para tragarlo, así que lo llevé a una mesa exterior y mantuve un ojo cauteloso en mi reloj y el guía turístico al otro lado de la plaza. Mientras esperaba a que se hiciera mi café, tuve la oportunidad de ver tanto al hombre que lo hacía como a otro cortando cuidadosamente rebanadas muy finas de jamón. Tenía la boca aguada y la mente preguntándome si podría encontrar el camino de vuelta aquí a través del laberinto de calles estrechas de la judería de Sevilla cuando hicimos la pausa para almorzar más tarde ese día. Lamentablemente, decidí que no podía, pero encontré una alternativa decente cerca de la Catedral. También tuve la oportunidad de mirar alrededor del restaurante, especialmente la madera oscura y las vigas del techo masivas con jamones colgando de ellos que agregaron aún más carácter al lugar. Lamentablemente, todas las cosas buenas deben terminar y terminé las últimas gotas en mi taza, se la devolví al camarero a través de una ventana y me reuní a regañadientes con la multitud.