Flash Flash en Barcelona

No es un restaurante muy turístico, no es céntrico pero es de fácil acceso. Tomamos croquetas y tortillas (una de ellas con patatas) que son la especialidad del restaurante. Personal amable y servicio muy rápido. Un excelente restaurante si quieres tener un almuerzo/cena no turístico. Altamente recomendado.

Después de 15 años desde la primera vez, tenía muchas ganas de volver a este lugar que desafía cualquier definición. El mobiliario original de los años 70 con enormes ampliaciones ópticas, la clientela heterogénea, el extraordinario personal y la excelente cocina hacen de este restaurante una parada obligada en Barcelona. Verdaderamente único.

Gran sitio para comidas familiares con niños! Pasamos el día de San Esteban atendidos de forma genial por Carla.

Comida muy bien y servicio fantástico y volveremos pronto.

En una época en la que los conceptos comerciales sólo duran, en el mejor de los casos, unos pocos años, es reconfortante comprobar que lo mejor puede durar más de... ¡medio siglo! Flash Flash es un poco como la versión barcelonesa de La farmacia de los Campos Elíseos cantada por Jacques Dutronc y compuesta por dos parejas de amigos: el arquitecto Alfonso Milá y el fotógrafo Léopold Pomés, cuyas esposas imaginaron cien recetas diferentes de tortillas. La decoración setentera no ha cambiado, las plantillas negras de la modelo Karin Leiz se apoderan de las paredes iluminadas por los flashes de su cámara. Sólo la decoración merece la pena, al igual que la cincuentena de tortillas que siempre figuran en el menú.

A une époque où les concepts commerciaux ne durent au mieux que quelques années, il est rassurant de constater que les meilleurs peuvent perdurer plus... d'un demi siècle ! Flash Flash c'est un peu la version barcelonaise du Drugstore des Champs Elysées chanté par Jacques Dutronc mise en espace par deux couples d'amis - l'architecte Alfonso Mila et le photographe Léopold Pomés dont les épouses imaginèrent une centaine de recettes différentes de tortillas. Le décor seventies n'a pas changé, les pochoirs noirs de la mannequin Karin Leiz investit les murs qu'éclairent les ampoules du flash de son appareil photos. Rien que le décor vaut le détour, tout comme sa cinquantaine d'omelettes toujours à la carte !

Hacia mucho que no iba y me encantó encontrarlo tal y como lo recordaba, con la misma decoración, ambiente y calidad de la comida. Todo sencillo pero bueno. No obstante, al llegar a las 20.00h el camarero de sala estaba discutiendo con poco respeto con la camarera más joven y se comportaba con unas formas muy exageradas, gritando y quejándose de su trabajo. El servicio ha sido siempre un elemento destacable en Flash Flash pero creo que alguien debería pedirle, a este camarero en concreto, que se modere un poco porque actúa como el amo del cortijo. Seguro que la clientela habitual está acostumbrada a él, pero a mí me decepcionó ver tan poco respeto por sus compañeras y por su estilo histriónico, lejos del estándar y la discreción de sus compañeros de todas la vida y de las dos camareras encantadoras.

Tiene un ambiente muy acogedor y bastante tranquilo además que la comida es muy buena y el servicio excelente

Si el restaurante tiene la puntuación que tiene es por el servicio. Un 10. Ahora, lo que son las porciones/ precio, más bien triste. No hay nada peor que quedarse con hambre.

Es un clásico de Barcelona, el servicio es muy bueno, los camareros siempre muy atentos. Aunque os voy a decir que las raciones cada vez son más escasas y no concuerdan para nada con el precio, la hamburguesa de muy buen sabor pero demasiado pequeña, diminuta para lo que cuesta, el tataki una vergüenza lo escaso que es. La tarta de queso no vale nada, muy sosa. La tortilla de patata nada que ver. Una pena porque tienen todo para ser excelentes y lo desaprovechan por la tacañería.