Los mejores restaurantes en el barrio Argüelles de Madrid

14/05/2024: Comí aquí un sábado, hice la reserva para la 13:15h. Cuando llegamos todo bien, pero empezaron a atendernos muy lentamente. Una camarera tiró una cerveza a una comensal de la mesa de al lado y no vengo a comentar este hecho, ya que un error así lo puede tener cualquiera. Pero sí que al ocurrir esto, ni si quiera cayeron en quitarle la silla mojada, me pareció poco profesional. Además de que luego empezamos ya a comer con prisas porque empezó a llenarse, nos trajeron la cuenta antes de ponernos todos los postres. Ya había comido varias veces en restaurantes de esta cadena y sin duda fue la vez que menos me gustó tanto en calidad como en cantidad de comida

14/05/2024: Todos los locales de esta cadena son modernos, nuevos y bastante luminosos. La comida la presentan muy bien y está bien elaborada, tanto el tomate con burrata como el tataki de atún. Los canelones de rabo de toro son espectaculares. Muy bien que ofrezcan fruta entre los postres. No conseguí que el camarero me trajera agua del tiempo, ¿tan difícil es? ¿Es obligatorio tomarla helada? Estaba de más el aire acondicionado; el maître hizo que lo quitaran, pero luego lo volvieron a poner. Un detalle que no me gusta en absoluto es que las mesas carezcan del más elemental de los manteles: ni siquiera mantelillos individuales de papel: los platos van directamente sobre la mesa, como en el más triste de los bares de pueblo.

13/05/2024: Alguien nos había dicho que en ocasiones en este sitio el servicio era un poco lento, así que decidimos llegar tempranito y con tiempo. Nos sentamos a la mesa en el Paleoproterozoico; el planeta apenas estaba comenzando a enfriarse y se notaba mucho olor a óxido de hierro en el ambiente. Cuando llegó la camarera a tomar nota ya habíamos dejado atrás el Precámbico y nos internábamos en la era Paleozoica. ¡La de bichos que vimos extinguirse por el camino! Apuntó nuestros pedidos, pero después de esperar un rato sin que volviera, allá por el Devónico decidimos que probablemente se le había olvidado y que tendríamos que pedir de nuevo. Antes de que nos trajeran las bebidas ya habíamos visto pasar buena parte del Mesozoico, y, como consecuencia, varios miembros de nuestro grupo habían acabado en continentes distantes por la división de Pangea. Al fin nos sirvieron de comer, más o menos en los albores del Jurásico. La mitad de los supervivientes de mi grupo fueron devorados por velocirraptores. El segundo plato llegó ya en pleno Cenozoico; me acuerdo porque empezamos a ver los primeros mamíferos. A todo esto, llevábamos desde el Cretácico esperando que nos trajeran algo de pan para acompañar el pisto con huevos, pero cuando vimos aparecer los primeros primates ya desesperamos de que nos lo llegaran a traer. Era ya el Pleistoceno cuando nos tomaron nota de los postres. Yo pedí helado, pero como me lo pusieron ya terminada la glaciación del Würm, estaba calentorro. Pedimos los cafés en la Edad del Bronce y nos los trajeron en la del Hierro. Coincidiendo con la venida al mundo de Nuestro Señor Jesucristo, la casa celebró el acontecimiento ofreciéndonos un licor, pero no nos lo sirvieron hasta que Lutero clavó sus tesis en Wittenberg. En cuanto tuvimos ocasión -enseguida, como quien dice: como que ni había rodado la cabeza de Marie Antoinette- pedimos la cuenta, aduciendo que llevábamos prisa. Nos la trajeron con los periódicos que anunciaban la caída del Muro de Berlín. Ya hemos pagado y ahora estamos esperando que nos traigan las vueltas. Y empezamos a impacientarnos, porque algunos tenemos cosas que hacer el eón que viene.