04/12/2024: Hay lugares que trascienden la mediocridad y se sumergen de lleno en el pantano de lo aberrante, y el Bar La Espuela es el emperador de este reino de horrores. Su única oferta culinaria, las infames lagrimitas de pollo, es un espectáculo grotesco digno de una película de terror gastronómico. Aquí no se trata de comida, sino de una cruel broma a la humanidad, un recordatorio de que algunas cosas jamás deberían existir.
Desde el momento en que te sirven, te asalta el inconfundible aroma de aceite rancio, un hedor que parece ser el perfume oficial del lugar. Las lagrimitas llegan a la mesa con un aspecto tan triste que parece que hasta ellas saben que nadie las quiere. El empanado es una masa informe, grasienta y pegajosa, que probablemente ha sido frita en un aceite que no se cambia desde los años 90. Al morderlas, lo que encuentras dentro no es pollo, sino algo que desafía toda clasificación biológica. ¿Es carne? ¿Es goma? ¿Es un castigo divino? Nunca lo sabrás, y tal vez es mejor así.
El sabor, si es que se puede llamar así, es una sinfonía de lo desagradable. Cada bocado te hace pensar en todas las malas decisiones que te llevaron a sentarte en este lugar. Algunos dicen que las lagrimitas están hechas con pollo de dudosa procedencia, pero la realidad es aún más perturbadora: hay rumores de que reciclan restos de comida desechados de otros bares, los procesan y los empanan para ahorrar costos.
Y el acompañamiento es igualmente deprimente. Las salsas, servidas en diminutos vasos de plástico que ni siquiera parecen limpios, son una amalgama de sabores químicos y falsedad. La salsa "barbacoa" parece jarabe de coche quemado, y la "mayonesa" es tan ácida que podría desatascar cañerías. Ni siquiera los paquetes de ketchup logran salvar la experiencia; parecen haber sido guardados en un sótano húmedo durante décadas.
El ambiente es igual de lamentable. Las mesas están pegajosas, los vasos tienen restos de labios ajenos, y los empleados, visiblemente hartos de la vida, parecen enfadados porque te atreviste a pedir algo. No es un bar, es un purgatorio.
Bar La Espuela no vende comida, vende arrepentimiento. Ni siquiera como experiencia masoquista vale la pena. Si alguna vez decides entrar, ten por seguro que tu estómago, tu dignidad y probablemente tus próximas visitas al baño te lo reprocharán durante días.
04/12/2024: Excelentes platos, muy baratos y muy grandes y estaban riquísimos, lo unico que hay que reservar antes de ir sino te toca comerte cola de espera pero todo genial y buenisimo