Taberna La Zita en Burgos

Entré en La Zita casi por casualidad, después de que mis grandes amigos me recogieran tras un pequeño susto (de esos que dan para anécdota pero no para drama). Y claro, lo primero que necesitaba era un café que me devolviera la sonrisa… ¡y vaya si lo hizo! Aromático, cremoso, con ese punto perfecto que te reconcilia con el día. Y cuando pensaba que no podía mejorar la cosa, llega la tapa: una albóndiga tierna, jugosa y sabrosa, de esas que te hacen cerrar los ojos un segundo solo para disfrutar mejor. No exagero si digo que fue amor a primer bocado. Y si el café y la tapa fueron un diez, la atención de Judith fue un once. Ella, con una simpatía y una energía que contagian. Atenta, amable y con ese arte natural de quien disfruta lo que hace. Da gusto encontrar lugares donde el trato es tan cercano que casi parece que estás tomando algo en casa de una amiga (pero con mejor café). Café de diez, tapa de matrícula, y Judith de sobresaliente. Si pasas por Burgos y no entras en La Zita, te estás perdiendo una joyita escondida

Tiene un camarero muy joven y agradable, se debe llamar Alejandro, un trato excepcional

Tomamos unas bravas y una croqueta y la calidad era muy buena. Nos atendió un camarero profesional y amable. Recomendado.