Un lugar precioso rodeado de magia. Hemos ido hoy a comer para celebrar nuestro aniversario con mi marido y nuestro bebé de 3 meses, previa reserva telefónica hace unos días.
En primer lugar ya nos habían reservado una mesa bien ubicada, con espacio para el cochecito, y vistas al jardín. Absolutamente precioso.
Hoy era un día de elevada afluencia y además se estaba celebrando una boda en las instalaciones. Pese a ello, los espacios estaban bien separados y no hemos tenido la sensación de que esto afectase a la calidad de la comida ni del trato recibido.
Un placer conocer un lugar así, donde perderse uno y seguro que muchos más domingos. Volveremos a vernos.
Maria Pizarro Echegoyen
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12 Octubre 2025
8,0
Caro con porciones pequeñas. Los segundos estaban fríos cuando nos lo trajeron.
hongyu
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11 Octubre 2025
6,0
Contentísimos con la experiencia en todos los sentidos!! Acabamos de celebrar nuestra boda y, no solo la atención ha sido de 10 desde que nos pusimos en contacto, sino que el comentario general ha sido que el sitio es precioso y la comida riquísima (que es lo que esperas para un día tan especial)! Por todo ello, gracias familia!! Volveremos a vernos seguro!
Carla García
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04 Octubre 2025
10,0
Lugar muy interesante cerca de Barcelona para realizar una salida.
Buena calidad, carta amplia.
Masía tranquila, buenas vistas.
Mikel Montserrat
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15 Septiembre 2025
8,0
Restaurante clásico en el que ir a comer muy bien. Yo recomiendo los calamares a la andaluza y la sartén de marisco que estaba sencillamente espectacular, buenísima. Además de la comida buenísima y un servicio de categoría, el restaurante tiene unas vistas privilegiadas desde las que puedes disfrutar del mar. Muy recomendable.
Montsina Torres
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08 Septiembre 2025
10,0
Buen restaurante con comida casera catalana. Tienen terraza y unas vistas maravillosas al mar.
Luis Fernando Sierra Fernández
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31 Julio 2025
8,0
La Vinya Alella: Crónica de un Descubrimiento Inesperado (y un Amor de 97 Años)
A veces, los mejores planes son los que no haces. Este fin de semana, nos enfrentábamos a una misión de alto calibre: celebrar el 97 cumpleaños de la abuela de mi mujer. Noventa y siete años. Una proeza vital que exige un homenaje impecable. Nosotros solo teníamos que presentarnos; el tío de mi mujer, en un acto de fe ciega (o de sabiduría oculta), se había encargado de elegir el lugar. Para nosotros, La Vinya, en Alella, era un territorio desconocido, una sorpresa. Y qué bendita sorpresa.
Llegamos sin expectativas y nos encontramos con un cómplice. Nos guiaron a un pabellón privado, un espacio acristalado solo para nuestra tribu, donde el caos familiar podía campar a sus anchas sin molestar y sin ser molestado. El primer detalle ya nos decía que estábamos en buenas manos. El servicio, durante toda la jornada, se movió con esa profesionalidad invisible que es la marca de la casa de los grandes, anticipándose a todo: desde los platos especiales para los niños, que llegaron veloces y certeros para calmar a las pequeñas fieras, hasta el trato reverencial y cariñoso hacia la matriarca de la fiesta.
Descorchamos los vinos, incluyendo un Albariño en un guiño a las raíces gallegas de la homenajeada, y nos preparamos para el asalto. El pica-pica fue un despliegue de generosidad abrumadora, una oleada de platos que iban llegando a la mesa sin tregua. Recuerdo flashes, fogonazos de sabor: un jamón que era pura caricia, unas croquetas cremosas que te reconciliaban con el mundo, los pimientos del padrón, las setas con su bechamel, los caracoles... y una sucesión de otras maravillas que mi memoria, superada por la abundancia, ha guardado solo como una sensación general de felicidad voraz.
Luego, los platos fuertes. Aquí es donde se mide la verdadera talla de una cocina, en la consistencia a través de la variedad. Y La Vinya no flaqueó. Por la mesa desfilaron obras de arte para todos los gustos. Vi pasar platos de pescado con una pinta espectacular, con esa frescura que huele a mar y no a pescadería. Vi otros cortes de carne, imponentes y jugosos. El veredicto era unánime en cada rincón de la mesa: todo estaba estupendo.
Mi elección personal fueron unas costillas de lechal de Burgos. Un manjar. Pequeñas, con la piel crujiente como un caramelo salado y una carne tan tierna que el cuchillo se sintió un mero adorno. Enfrente, mi mujer se rendía ante un rabo de toro monumental, oscuro y meloso, de esos que se cocinan con el tiempo como ingrediente principal. Confieso que hubo un momento en que la miré con una envidia tan pura que temí por la estabilidad de nuestro matrimonio.
Salimos de allí con la satisfacción de quien ha descubierto un tesoro por casualidad. Pero la experiencia no terminó con la comida. Los niños se apoderaron de los jardines, y su banda sonora de risas fue el telón de fondo de nuestra sobremesa en la terraza. El tiempo se volvió elástico, la tarde se rindió a la conversación y a las copas, y lo que empezó como una comida de cumpleaños se transformó en uno de esos recuerdos familiares que se anclan en la memoria.
No elegimos ir a La Vinya. Y quizás por eso fue aún mejor. Fue un regalo inesperado, un descubrimiento afortunado. Un lugar al que no sabíamos que necesitábamos ir y al que, ahora, sabemos que volveremos. Porque hay pocos sitios que entiendan tan bien que la mejor comida es la que sirve de excusa para celebrar la vida.
Manel Pizarro
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23 Julio 2025
10,0
Lo mejor que eh comido, recomiendo mucho las croquetas ibéricas & los canelones 👍🏾
Jair Cruz Silva
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23 Julio 2025
10,0
Muy bueno en todo, lo recomiendo 100%. Muy bien la comida, el servicio y la relación calidad precio. La ubicación, acceso y parking, también muy bien.
Eduard Garcia
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20 Julio 2025
10,0
Comida como siempre genial! Y como siempre como en casa!!! Y con unas vistas preciosas !
Gracias como siempre !!! Hasta pronto!!!
Marc U
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25 Mayo 2025
10,0