La experiencia arranca bien: reservar es fácil y rápido, sin rodeos. Al llegar, el equipo recibe con corrección y profesionalidad, siempre atentos aunque quizá un poco contenidos, como si les faltara un punto de cercanía para redondear la bienvenida.
La carta de vinos está bien trabajada, con referencias sólidas de Ribera del Duero, pero da la sensación de que se queda corta de horizontes. Se echa de menos un poco más de diversidad: algún blanco vibrante del norte, un tinto mediterráneo con carácter, algo que amplíe el abanico y acompañe mejor la variedad de platos.
En la mesa, la calidad del producto se nota. El pulpo, uno de los emblemas de la casa, viene con un puré de patata ligero, casi sedoso, y un uso de especias que acompaña sin tapar. Es un plato sobrio, equilibrado, que convence. Los langostinos de Vinaròs, por su parte, son un acierto seguro: frescos, intensos, de esos que hablan por sí solos.
El arroz de magret de pato con setas tiene presencia y sabor. La melosidad está en su punto y la cantidad de ingredientes es la justa, algo que se agradece. Eso sí, el plato acusa un exceso de grasa que, aunque no arruina la experiencia, le quita finura.
El momento dulce sorprende con un tiramisú de horchata que funciona mejor de lo que uno imaginaría: fresco, ligero, y con una identidad propia que lo convierte en uno de los puntos altos de la comida. La tarta de queso, sin añadidos ni salsas dulzonas, apuesta por la pureza y gana por autenticidad: buena textura, sabor limpio y directo.
La carta de licores, en cambio, queda un poco floja, sobre todo comparada con el nivel del resto de la propuesta. Se agradece, en cambio, el detalle del Agua de Benassal, un guiño al territorio que aporta coherencia y frescura.
El conjunto de vajilla, cubertería y cristalería cumple con creces, discreto y correcto. Solo los baños desentonan un poco, pidiendo una revisión que los ponga al nivel del resto del espacio.
En definitiva, este es un restaurante que apuesta fuerte por el producto y por una cocina con ideas claras. Hay margen para pulir detalles, sí, pero la experiencia deja un poso positivo: se come bien, se percibe respeto por la materia prima y, en más de un plato, se siente ese chispazo que hace especial a un lugar.
Gregorio Padilla
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21 Septiembre 2025
10,0
Hemos parado en Vinaròs de casualidad y que grata sorpresa de encontrar este restaurante buenísimo!! Hemos pedido el menú y estaba todo espectacular 😍 de 10!!
Destacar que hemos llegado a las 15:45 cerraban cocina a las 16:00 y aún así nos han atendido, mil gracias 🤩.
Sin duda lo recomiendo 100% y estoy segura que se ha convertido en una de nuestras paradas obligatorias para comer cada vez que pasemos por allí .
Muchas gracias por la atención ‼️
Montse Jimenez Molina
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26 Julio 2025
10,0
Hemos comido muy bien. El único pero que le pongo es que al arroz del senyoret que por cierto estaba muy bien hecho, le podrían poner un puñado más. La ración se queda algo escasa. Si lo hiciesen, triunfarían.
José Miguel Carbó Rivasés
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25 Julio 2025
8,0
Uno de los mejores restaurantes de Vinaros, el steack tartar de 100000, las ortigas sin nada de aceite, exquisitas; q decir del hígado de pato caramelizado con mermeladas y tostaditas!!!
El postre increíble, helado de gin tonic con gelatina, fresco y digestivo.
Repetiremos sin duda
Carmen Bonet Riera
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04 Julio 2025
10,0