Petit Comite en Barcelona

Los turistas entran directamente de la calle, sin ir bien vestidos, pero nos recibieron con una cálida bienvenida y un servicio amable. La comida era excelente y estaba bien presentada, con un sabor muy equilibrado que realzaba la frescura de los ingredientes. Las opciones sin alcohol son pocas, pero de buena calidad. En resumen, una velada maravillosa.

Una comida para recordar. Las croquetas de asado, de esas que harían levantar un aplauso espontáneo; el pan con sobrasada, delicado y casi pecaminoso; y el foie con bollo, tan correcto como delicado. Los principales, pura gloria: una ternera wagyu que se fundía en la boca como un recuerdo feliz y un hombro de cordero que, si tuviera voz, te pediría que la comieras poco a poco para disfrutarla más. El postre, de escándalo: el babá al ron con helado de vainilla y chantilly era pura ternura alcohólica, y el chocolate con caviar de aceite y flor de sal, un clásico con smoking. El rosado del Penedès, educadísimo, supo hacerse notar sin levantar la voz. El servicio, atento, amable y hablante catalán —un lujo cada vez más raro en nuestro país. El ambiente, elegante y contemporáneo, con la vajilla de Sargadelos haciendo de excusa para quedarse mirando más tiempo. Tan sólo dos pequeños puntos a mejorar: una nevera de vinos con un motor que intermitentemente parecía realizar prácticas para ser reactor nuclear y una niña que bramaba como si la vida le fuera en el menú. En un restaurante así, el ruido ambiental también debería ser de la calidad de la comida. Volveremos —con ganas, con hambre y, esperamos, sin demasiado ruido de fondo.

Te reciben muy bien y te tratan de maravilla durante toda la visita. Sin embargo, la comida es decepcionante. Quizás esto demuestre que esta es mi última oportunidad de disfrutar de la alta cocina catalana. Necesito pensar "¡guau!", sobre todo con la Guía Michelin o los Sols de Repsol, pero no fue así. Estaba bueno, pero no puedo justificar el precio. En la misma avenida está uno de mis restaurantes favoritos, que no ofrece el mismo servicio, pero supera en todos los aspectos.

Los canelones y el cheescake vienen del cielo. MÁGICO

Tanto la comida como el servicio impecable Y es mi segunda vez en un mes !!!!

Unos de los mejor restaurantes que e visitado

Llegué con mi pareja, con un aspecto algo desaliñado. Esperaba algo de esnobismo, pero el personal fue encantador y amable. Durante la comida nos sirvieron unas degustaciones maravillosas. Al final, me sorprendió que la cuenta fuera exactamente la que había pedido inicialmente y nada más. Me impresionó tanto este restaurante (que normalmente está fuera de mi presupuesto) que con gusto dejé una propina. Recomiendo este lugar sin reservas.

Espectacular!!! Cabeza y pata increible

La atención excelente la comida exquisita, sin duda algún volveré a ir.

El mejor restaurante de Barcelona. Gracias, Carles por atendernos y salir hacerse una foto, con mi pareja, sabiendo el trabajo que tenía! Muy agradecido!! De 10 todo!!