El ambiente y la decoración del comedor son muy agradables.
Da la sensación de que los camareros trabajan en una cadena de montaje, y faltan sonrisas y socialización.
En cuanto a la comida, pedimos el menú de 16 €. Croquetas, calamares fritos y patatas fritas congeladas... ¡qué lástima!
La carne estaba bastante buena.
Los postres necesitan mejorar mucho; el arroz con leche tenía demasiada canela y azúcar, y las tostadas francesas estaban demasiado blandas y quemadas. Una experiencia mediocre.
Sinceramente, la comida está bastante buena. Los precios son normales. Las mesas están bien separadas y el salón es amplio, lo cual es una gran ventaja.