Mi Casita en Madrid

La comida y los vinos, estupendos. La salita es preciosa y acogedora. El problema es que la salita cuando se llena hay que hablar más alto que los de al lado para entenderse (problema de acústica, probablemente). ¡Ah! Nos dijeron que la salita es solo para comer o cenar, no para picar algo (no lo sabíamos hasta que nos dijeron que habían rechazado un par de reservas porque estaba mi grupo, que ocupábamos dos mesas y no cenamos; que si lo hubieran sabido, nos habrían puesto en la barra) (por supuesto, en la barra no habríamos estado las casi tres horas que estuvimos). Lo aviso para que nadie se llame a engaño (y es una auténtica pena porque cada vez quedan menos sitios para hacer una tertulia agradable) Por lo demás, insisto en que atienden muy bien, explican muy bien los vinos y la comida y la bebida excelentes.

Un pequeño gran sitio. La selección de vinos es excepcional, igual que la amabilidad y conocimiento de su sumiller. Tiene una zona pequeña de taberna con sillas altas y un comedor muy pequeñito a parte. Tomamos varios vinos por copa y solo tapas pero la oferta culinaria parecía igualmente cuidada. Un lujazo.

Un lugar excepcional, su atención extraordinaria y su menú delicioso, sus quesos, jamones y los vinos para acentuar sus comidas incomparable. Nos encantó el restaurante al igual que sus dueños y el staff. Recomendado al 100%

La comida y el servicio son incomparables. La creatividad en el menú y la ejecución de los platos se combinan con la amplia carta de vinos y el conocimiento y la experiencia de la personalidad del propietario/chef. ¡Una visita obligada cuando estés en Madrid!

La mousaka, los medallones de bacalao, el humus y los vol au vent son sencillamente perfectos. Dejaos aconsejar en materia de vinos y disfrutad. La terraza, aun en pleno invierno, es agradable porque a partir de las 14,30 queda al sol. Yo en este lugar me siento en casa, espero que los que leáis esto también. Con vino, cerveza y café unos 40 euros. A mi me merece la pena.

Cenamos muy bien, sitio muy agradable y nos trataron fenomenal

Hemos celebrado un cumpleaños y fue espectacular.la.comida super rica y bastante cantidad,los vinos muy ricos y variados,el local monísimo y la atención inmejorable.seguro repetiremos

Un sábado cualquiera de finales de noviembre y un grupo de crossfiters. Nos apetecía hacer un plan más tranquilo en el que estuviese involucrado tomar unos vinos en un lugar con encanto y tranquilo. Y, tras la sugerencia de una amiga, decidimos ir a este pequeño bar cuando abría por la tarde. Desde luego que no pudimos estar más acertados. Al principio, no había sitio para tomar algo dentro pero el dueño, muy amable, nos reservó una mesa para cuando se quedase libre así que mientras decidimos abrir boca tomando algo. Desde luego, y sin lugar a dudas, la especialidad de este lugar es el vino, como se puede ver con la pizarra que tiene en la entrada y la carta de los mismos. Además, el dueño es un entendido de todos ellos así que, pidas cual pidas te lo explicará para que sepas lo que vas a tomar. El primero que tomé fue una copa me encantó, “Vin de Roux” si no recuerdo mal (y no lo escribo mal) Después, dentro, pedimos una botella de “Maldito” el cual fue, una vez más, todo un acierto. Los platos que comimos estaban muy buenos, en especial me gustaron mucho las croquetas, el rulo de cabra y los huevos. El local y el dueño muy agradable.

Fue una grata experiencia, quiero empezar con el lugar porque es pequeño pero muy acogedor. Después la atención de los dueños fue muy cálida. Ahora la comida estuvo increíble y la selección de vinos que nos ofrecieron siempre fue acertada de acuerdo con lo que pedíamos. Volvería siempre.

Una cocina que recordaré especialmente de los 5 años que pasé en Madrid. Todo estaba muy bueno y perfectamente cocinado. Pedimos las rodajas de berenjena fritas, la quiche de puerros, una ración de tortilla y el vol-au-vent de champiñones. Lloramos por el pollo como diría Kaaris, para los menos jóvenes, fue un festival de sabores, nuestras papilas gustativas estaban de enhorabuena. Las rodajas de berenjena estuvieron acompañadas de miel, el relleno de vol-au-vent de champiñones quedó perfectamente cremoso, la quiche excelente, con una masa perfectamente equilibrada entre crujiente y tierna. La tortilla estaba igual de buena, y me atrevería a decir que fue la mejor tortilla que comí en Madrid. Un guiño especial al aceite de oliva que acompañaba todos estos platos, deutsche qualitat. Para terminar con broche de oro, pedimos dos postres, la tarta de queso con pistachos y la tarta tatin. La tarta tatin estaba cocida, una explosión de sabores en boca. La tarta de queso era igual de buena. En cuanto al personal, todo el mundo está a la altura del menú ofrecido y del establecimiento. Los camareros y el propietario son atentos y super amables. Lo único que lamento es no haber podido saludar al chef. Éramos tres y comimos por 16€ por persona con bebida. Si aún no quedó lo suficientemente claro, ¡volveremos y muy rápido!