La Vaca Argentina.-
Ramón Ania
Ayer Sábado 23 a las 15:00, por recomendación de un buen amigo, almorcé en La Vaca Argentina de la calle Ventura de la Vega previa Reserva, calle ésta, estrecha, abarrotada de restaurantes para complacer todos los gustos y paladares, donde tienes a tu elección gastronomías exóticas de lugares tan lejanos como de la India, China, Perú, México, Venezuela, Argentina, entre otros. La fachada sobria en mármol oscuro (alumbrada tanto de día como de noche por unas bombillas amarillentas como queriendo transmitir a la gente que por su frente pasa una calidez pendiente de comprobar si te atreves a pasar dentro) de este restaurante argentino al que le precede cierta fama de distinción que garantiza auténtica carne argentina en Madrid a la parrilla. Pues bien, ya en el interior, en un recibidor tan diminuto que apenas era para una persona a la vez. Al lado izquierdo se alzaba un enorme jarrón de vela de escasa iluminación más bien ocre en un ambiente combinado entre oscuridad y penumbra. Daba la impresión que me encontraba en ése lugar odiado para decir adiós a algún amigo hacia el otro mundo. Tuve que esperar que atendieran a una pareja que había entrado antes que yo. Lo primero que observé en la anfitriona fue un cierto desdén adornado con una fingida sonrisa de bienvenida y escasa motivación corporativa. Cuando me llegó el turno, le saludé cortésmente, dejàndole saber que tenía una reserva hecha para una persona a las 15:00 horas. Acto seguido, ella se retiró para comprobar si en verdad era cierto y, al cabo de unos 5 minutos regresó, confirmando dicha reserva. A continuación, me mostró una mesa justo en el lado izquierdo de la entrada, frente a una ventana de escasa visibilidad que daba hacia la calle. Estar sentado ahí, en solitario, me hizo sentir que estaba siendo castigado por alguna falta que ignoraba haberla cometido. Esta señora anfitriona, de baja estatura y de aspecto amerindio y de mala leche, desplegó sobre la mesa tres cartones manoseados con las informaciones de sus ofertas gastronómicas de "tan prestigioso restaurante de auténtica carnes gauchas". Eché un vistazo a la Carta del Menú y esperé unos 10 minutos, impaciente, mirando una pared en blanco, sin ningún tipo de ornamento ni detalles que ayudaran a distraer la mente mientras esperaba, solo quedaba como alternativa de escape, mirar a través de la ventana opaca y con dificultad de visión por otro jarrón hecho en vela derritiéndose encendido.
Finalmente pedí el Menú que constaba de una ensalada de lechuga fresca como del huerto de mi casa, con unos daditos de tomate; de segundo pedí un Bife de ternera cocido al punto y de postre; un Mousse de chocolate con helado de vainilla. Para tomar, vino tinto de Ribera del Duero, agua y, una infusión de manzanilla para rematar la faena y ahuyentar, por si acaso, una indigestión. Di, resignada cuenta de lo que me trajeron a la mesa que, mucho menos que disfrutarla, era más bien, una obligación voluntaria y forzosa.
En fin, empleados sin rostros, sin sonrisas, casi mudos, faltos de vida, como si allí estuvieran cumpliendo alguna condena o pagando forzosamente unas deudas impagables a las que ya estaban condenados. La carne que la pedí en su punto, me fue presentada chorreando sangre por todos los costados y un manto de sal gruesa esparcida sobre un plato ovalado negro volcánico.
La ensalada no se quedaba atrás, un bol enorme, con una cama de hojas de lechuga y en el fondo unos dados de tomate sin piel, al natural.
Como guarnición para la carne me ofrecieron pimientos rojos a la parrilla, hechos con muy malas ganas.
Fue decepcionante pues el plato estrella, la carne ( aunque repique en los oídos de algunos) dábame la sensación de estar comiendo algo crudo e insulso; la ensalada ni para qué mencionarla. La atmósfera era deprimente, haciéndome más desgraciado y miserable que nunca.
En general, asistí a la despedida de algún conocido en algún patíbulo o velatorio.
RAMON ANIA
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01 Junio 2025
6,0
El lugar es muy bonito y los empleados fueron muy atentos. Tan pronto como te sientas a la mesa te traen prosecco. Traen pan caliente, mantequilla y salsa como aperitivo y luego sirven gazpacho, pero por ello añaden a la cuenta 3,5 euros por persona. Razonable y aceptable. Pedimos un filete T-Bone de 1 kg. Fue suficiente para 2 adultos y 1 niño. Pedimos patatas fritas extras aparte. Salimos satisfechos. Vinimos haciendo reserva.
Uncle Halo
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31 Mayo 2025
10,0