La Bodega de Sabores en Graus

Nos pillaba de paso Graus y al buscar sitios para comer por Google vimos sus reseñas y no dudamos en reservar y ha sido todo un acierto. Hemos comido perfecto. Los platos tienen la cantidad justa: ni escasas ni excesivas, simplemente en su punto. Además, el servicio ha sido estupendo, muy atentos y amables en todo momento. Sin duda, un lugar para repetir.

Me lo imagino —y así lo describen muchos— como ese rincón escondido en un pueblo con alma, donde el tiempo parece ir más lento y la vida sabe mejor. Un lugar donde las mesas de madera tienen historia, los manteles son sencillos pero cuidados, y la luz te envuelve como un abrazo. En el ambiente flota ese aroma a cocina casera que te hace salivar incluso antes de sentarte: guisos que llevan horas, carnes que chisporrotean justo antes de servirlas, especias que anuncian que aquí se cocina con cariño y no con prisas. La Bodega de Sabores es de esos sitios donde te sientas a la mesa y ya sabes que vas a comer bien. Los entrantes llegan con ese equilibrio perfecto entre sencillez y sabor: quesos que parecen recién cortados de una tabla tradicional, embutidos que saben a pueblo y a producto bien hecho, verduras de temporada que conservan su dulzor natural y una textura impecable. Cada plato invita a mojar pan, a cerrar los ojos y disfrutar, a decir aquello de “madre mía, qué bueno está esto”. Los principales son otro nivel: carnes tiernas que se deshacen con solo mirarlas, pescados que conservan ese punto exacto entre jugoso y delicado, salsas profundas que te recuerdan a las de antes, esas que se hacen a fuego lento y con paciencia. Todo está tan bien ejecutado que da igual lo que elijas: siempre aciertas. Y lo mejor es que aquí no hay “plato estrella”, porque todo está excepcionalmente rico. Es el tipo de cocina que nace del producto y del respeto al sabor, sin adornos innecesarios. Y cuando crees que ya no puedes más, llega el postre… ese momento mágico en el que descubres que la tarta de queso tiene la textura perfecta entre cremosa y consistente, que el flan casero huele a vainilla de verdad, y que cada bocado es tan reconfortante que casi te dan ganas de aplaudir. El dueño o chef sale a saludar, a recomendarte algo del día, a contarte de dónde viene ese queso o quién cultiva las verduras. Ese contacto humano, esa atención sin artificios, hace que la experiencia sea aún más especial. Aquí te sientes persona, no cliente. Y eso se nota.

Un restaurante imprescindible para quien busca ambiente tranquilo, buena atención y comida bien elaborada, sin enmascarar bajo salsas y adornos supérfluos. Aconsejo no presentarse sin reserva.

Pequeño y familiar restaurante para terminar una jornada alrededor de Graus. Platos cocinados con cariño y profesionalidad. Servicio casero. Precio ajustado. Buen conocimiento de los alérgenos. Centrico y acogedor

Fuimos por primera vez a comer y nos sorprendió muchísimo la calidad de la comida junto su exquisita elaboración! sin duda a la altura de un Gran Chef! Sin dejar a un lado el trato tan especial que jamás lo he visto en ningún restaurante. Sin duda alguna lo recomiendo y el precio muy bien por su calidad. Me sorprendió ver en la mesa un escrito (que léanlo ustedes por sí mismos)me hizo reflexionar que aún quedan personas que dan lo mejor de sí a través de su trabajo y el AMOR queda reflejado en sus platos. Aunque estuvimos de paso sin duda espero volver algún día! Fue un placer conocer a todo el equipo y como no a su gran CHEF aunque su humildad le hace decir un simple cocinero un HOMBRE CON MUCHA LUZ!!!

Lugar pequiñito y con encanto para comer o cenar (recomiendo cenar por el ambiente). Las camareras muy agradables y el cocinero también. Comida exquisita!

Ha sido la primera vez y repetiremos Hemos venido con unos buenos amigos, que ellos son habituales y hemos quedado encantados con la comida y sobre todo con el personal, todos encantadores, Manolo además de buen cocinero super simpático Gracias por el buen trato

La comida muy buena Trato excepcional La verdad muy bien!!!!!!

Un sitio espectacular tanto el primero como el segundo plato estaban para chuparse los dedos y prometo que si os pasáis por aquí no os quedaréis arrepentidos y vais a querer volver más veces como nosotros porq sin duda volveremos a este sitio aunque hagamos un camino de 6h cómodo nos hemos echo nosotros

Un trato espectacular, muy rápido y la comida muy rica. Los detalles de el postre son muy elegantes i originales.