3:30 de la mañana.
Cinco almas errantes, hambrientas y medio alegres, vagaban por la acera como náufragos en busca de tierra firme. Frente a ellos, un bar de batalla: copas sí, comida no. El hambre rugía más fuerte que el mitico olor a fritanga que tanto nos gusta.
Pero entonces…
¡Milagro!
Dios, en su infinita misericordia nocturna, escuchó sus plegarias y envió un ángel. No con alas, sino con casco y chaqueta de cuero.
Montado en una Yamaha rugiente, apareció Steven/Esteban, el héroe sin capa pero con GPS directo al corazón del hambre.
Con una bolsa de kebaps y patatas dignos de un banquete post-apocalíptico, descendió como si fuera parte de una profecía.
No preguntó, no dudó. Solo entregó la salvación en forma de comida caliente.
Porque hay héroes que vuelan…
Y hay otros que aparcan en doble fila para salvarte la noche.
Ese era el nuestro. Steven. Esteban. El elegido.