El Duende en Sevilla

Una experiencia fantástica! Las vistas: fenomenales. Interiorismo elegante Platos fantásticos. Y servidio exquisito.

Un lugar precioso. Me llevó mi novio de sorpresa y fue muy bonito. Unas vistas increíbles. Recomendado ir por el atardecer que es más bonito. La comida muy buena y el servicio y trato de los camareros excelente. Ambiente agradable y tranquilo.

Celebramos nuestro aniversario de boda y no sólo era la calidad y variedad en la carta, era el servicio tan atento y amable en un entorno especial y espectacular. Experiencia altamente recomendable

Tanto si estás de visita por Sevilla, como si eres del lugar, es recomendable subir a la Torre Pelli (el rascacielos de Sevilla) al menos una vez en la vida para contemplar la ciudad y sus alrededores desde las alturas. Aprovechando que había que celebrar, fui mi pareja y nos decantamos a probar el menú degustación corto de 60€/persona en el restaurante de la planta 34. Que por cierto, el ascensor sube rapidísimo. El menú se componía de: - Mazamorra Cordobesa, con crujiente de aceitunas y caviar de AOVE. - Pulpo grillé con caviar de AOVE, lecho de ajoblanco suave y crujiente de pimentón. - Pavía de merluza crujiente y jugosa, sobre alboronía del Abaycin y emulsión suave de romero. - Lingote de Cola de Toro Real Maestranza, cebolla confitada y parmentier de azafrán y romero. - Nuestro Cielo de Sevilla con espuma de arroz con leche y polvo de naranja y azahar. (Un punto negativo es que aquí no iba incluida ni una bebida). El ambiente del restaurante es tranquilo, acogedor y moderno. Además, el servicio fue siempre atento y muy correcto. Para finalizar la noche, tras pasar por el restaurante, puedes subir hasta la planta 37, la última de la torre, para tomar algo en su terraza con vistazas 360°. En resumen, si quieres darte un capricho, esta es una experiencia única en Sevilla.

Fuimos a celebrar nuestras bodas de plata. Tanto el restaurante como el personal fueron excepcionales. No había estado antes y me encantó. Luego al finalizar la cena, subimos al mirador La Atalaya. Si el restaurante es precioso, el mirador no se queda atrás.