Don G en Murcia

11/11/2024: Déjenme decirles, entrar a "Casa jardín" no es simplemente cenar, es despertar en otra dimensión. Al abrir la puerta, fui recibido por una brisa marina que huele a perfume de atún japonés y a secretos olvidados del océano. La decoración del lugar es una oda al caos submarino: una lámpara hecha de conchas, una escultura de un delfín sosteniendo un banjo, y un chef que cocina con un parche en el ojo. Los camareros, mitad humanos, mitad preguntas existenciales, te observan como si supieran todos tus secretos. Pedí una mesa para uno y me ofrecieron una para cinco, "por si cambia de personalidad durante la noche", dijeron. Ahí empezó la fiesta. La carta es una novela de Gabriel García Márquez y te la entregan en pergamino mojado. Entre las opciones: sopa de medusas inmortales, ceviche de sirena y un filete de kraken aderezado con lágrimas de dragón. No me pregunten cómo obtienen el kraken, supongo que es el mismo chef quien lo caza cada mañana. Como entrada, pedí el "salpicón de realidades alternas". El plato llegó con una advertencia: "No lo coma si su tercer ojo está cerrado". Seguí las instrucciones y puedo decir que ahora entiendo japonés. Luego probé el pulpo caramelizado, el cual estaba tierno que, si se lo permites, te cuenta sus sueños de la infancia. Las texturas eran tan únicas que sentí como si estuviera masticando colores. De postre, el "helado de cenizas de estrella fugaz" fue una experiencia religiosa. Se derretía en la boca y en el alma, dejándome con el súbito deseo de aprender a tocar el violonchelo Casa jardín, no es solo un restaurante, es una odisea dentro del subconsciente, un lugar donde los cubiertos se pelean entre ellos y los sabores reescriben tu destino. Salí flotando de felicidad y, hasta la fecha, sigo soñando con el kraken y su amable advertencia de “no mires atrás”.

04/11/2024: Me ha gustado la comida pero por ejemplo el marisco estaba muy seco