Desacato en Sevilla

Hubo dos platos que nos encantaron: la ensaladilla y el bombon de cordero. El resto bastante normalitos. Le pongo 3 estrellas y no 4 porque nos cobraron 7,5€ por una copa de vino y lo peor es que no estaba ni bueno… pedí un albariño y me dijeron que tenían txacolí y al ser un restaurante fusión vasco pareció buena idea, pero nos trajeron uno que estaba sin aguja (llevaría bastante abierto) y les dijimos que ok por educación. si no viene el precio por ningun sitio y no pides nada especial me parece un robo. Antes de servir un vino a 7,5€ la copa tendrían que avisar o darte una carta de bebidas. Dos copas, 15€… una pena porque algo así hace que te vayas a disgusto.

Desde el primer momento, el ambiente del local nos conquistó: una sala con estilo underground, referencias vascas y un toque moderno que crean una atmósfera única. La experiencia se elevó aún más gracias al excelente servicio de Diana, quien nos atendió con cercanía, amabilidad y recomendaciones que resultaron todo un acierto. Nos hizo sentir como en casa. En cuanto a la comida, simplemente inolvidable. La velada comenzó con una mantequilla casera con un sutil toque ahumado, perfecta para abrir el apetito. A continuación, degustamos unas croquetas de pollo, el tartar de atún y el panipuri de cabracho, tres entrantes con un sello muy personal y sabores sorprendentes. Para compartir, probamos el carpaccio y la cecina, ambos de una calidad extraordinaria que nos dejó sin palabras. Como platos principales, el caramelo de cordero resultó ser una auténtica revelación, con un sabor profundo y diferente a todo lo que habíamos probado antes. Pero el momento culminante llegó con la ventresca de corvina: un plato memorable, con un toque a la brasa que evocaba recuerdos de pulpo a la parrilla. Fue tan excepcional que incluso mi pareja, que nunca había querido nada de pescado, repitió varias veces. La experiencia concluyó de la mejor manera con una tarta de queso deliciosa, que nos dejó un final dulce y las ganas irresistibles de volver. En definitiva, El Desacato no solo nos ofreció una cena, sino una experiencia gastronómica completa que ya estamos deseando repetir en nuestra próxima visita a Sevilla.

Los camareros muy atentos, nos explicaron cada plato que nos pedimos e incluso nos recomendaron. La comida riquísima. Volveremos!! 😉

La primera vez fuimos por consejo de una amiga. Desde entonces hemos vuelto muchas veces. Sorprende la presentación cuidada de sus entrantes pero más aún cuando te los comes. El Panipuri de Cabracho y la tartaleta de gambas se han convertido en un imprescindible para iniciar una comida, pero siempre dejamos hueco para las recomendaciones de Diana y Sergio que no solo te describen los platos con esmero sino que te aconsejan con precisión para maridar y saber cuanto pedir. Recomiendo los pescados a la brasa y consultar el “fuera de carta”. Para nosotros ya se ha convertido en un imprescindible. Y algo más en lo que muchos no se pararán a la hora de hacer una reseña. Adoro las playlist de jazz que ambientan el local. Porque no solo se trata de comer. Altamente recomendable.

Magnífico Restaurante, profesionalidad por todos los costados, siempre te recomiendan lo mejor, la comida exquisita, el trato impecable y la experiencia inmejorable. Sin lugar a duda un sitio donde volver y volver y volver....

Toda una experiencia. La comida un espectáculo y la bebida aunque cara pero muy bien. Es un sitio para disfrutar con amigos y degustar curiosas creaciones. No es barato, es para disfrutar de comida, bebida y ambiente. Espero que les vaya muy bien y poder repetir. La atención fue muy buena en todo momento.

Todo perfecto, muy recomendable para una velada romántica con buenos vinos y muy bien explicados por el personal. Y la comida muy rica, elaborada y materia prima top. Volveré!

Como familia multigeneracional y amante de la gastronomía, no siempre es fácil complacer a todos, pero Desacato fue nuestra mejor comida en Sevilla. El servicio fue maravilloso: nada fue demasiado elaborado, los niños estuvieron muy bien atendidos (aunque no es un restaurante infantil), con un trato cálido y amable. La comida fue excepcional: original e increíblemente sabrosa. Las tostadas de atún y el postre destacaron, pero todo estuvo fabuloso. Fuimos un lunes por la noche y solo había otra mesa, así que no hubo mucha actividad, pero no importó. Aun así, fue una velada excepcional y una comida realmente memorable.

Nos recomendaron este restaurante y decidimos pasar para ver si tenían sitio. Al preguntar nos prepararon una mesa junto a la ventana muy agradable. El personal muy amable y conocedor del producto que ofrecen. Todo lo que pedimos estaba muy bueno. Muy recomendable

Cenamos el Domingo de Ramos allí. Ya estuvimos en una ocasión y quisimos repetir. Indiscutible la calidad de todo lo que comimos, a pesar que mejillones, gran plato, se les había acabado a medio día. Todo muy bueno y bien atendidos. Sólo observamos un detalle que nos chocó y no nos gustó. Partiendo de la base que los WC son para los clientes, vivimos una situación insólita. Una madre con una hija de menos de 10 años, con toda la educación del mundo le pidió al camarero que su hija necesitaba ir al baño que si podía entrar. El camarero, que probablemente no fuese padre, le dijo con toda rotundidad que NO. Los 3 que estábamos en la mesa nos miramos y dijimos ¿Dónde está la humanidad? La madre con su hija se dio la vuelta y se fue. He de decir que estaba pasando una Hermandad y el restaurante no estaba lleno. Fue un detalle que nos extrañó mucho y que cuando hablamos de niños sobre todo, y los que somos padres no entendimos bajo ningún concepto. La hostelería es dura, pero el sentido común hay veces que hay que aplicarlo por encima de la norma y que detalles cómo este marcaron a unos clientes que estaban sentados para no volver más.