Cal Robert en Barcelona

Tenía ganas de comer algo y me encontré con este restaurante en un edificio. En cuanto me senté, el personal se acercó enseguida (eran muy amables y conversadores), trajeron una pizarra con los platos del momento y nos explicaron cada uno. Elegimos y, tras esperar solo dos minutos, la comida llegó. Pedí pulpo; estaba buenísimo, ni muy gomoso ni muy crujiente, lo disfruté muchísimo. El ambiente también era muy agradable. Al lado había un garaje donde ponían música (solo fui una vez, así que no sé si solo ponían esa noche o todas las noches, pero la música era muy buena).

Espectacular. Riquísima comida y una atención top. Gracias.

Lo mejor que puedes hacer es dejarte aconsejar por el gran Robert 🤤

Buenísimos el estofado de ternera y los raviolis de rabo de toro

Un auténtico secreto a voces. Robert prepara tapas increíblemente deliciosas y ofrece asesoramiento personalizado sobre la selección.

Fantástico descubrimiento, buena comida en un entorno calificado demasiadas veces como difícil, la Barcelona antigua es lo que es, aún así creo que el esfuerzo por hacer una restauración de calidad en un lugar emblemático de nuestra ciudad se logra con creces… Buen sitio para cenar, comer, etc.

¡Súper auténtico! El típico servicio catalán: si no te gusta, te vas… Si tuviera esa actitud en mi bar, me habría quedado sin clientes… pero en el barrio, quizá aún quede algo de compasión.

Comida casera, casi como la mía.

Bonísimo a pesar del trato muy agradable. ¡Volveremos!

Tenia referencias y me apetecía probarlo hice un intento para una cena pero no fue posible, y me quede con las ganas. La pena es que cuando ayer me acorde veníamos de otro lugar y el apetito no estaba al 100%, pero con todo y eso no pudimos rendirnos a las recomendaciones comimos y fue todo muy bueno Lo recomiendo, local, personal, calidad producto y precio. Las recomendaciones y la pizarra te hacen cambiar varias veces de pensar lo que vas a comer Aparte de todo lo que he comentado anteriormente lo que me CAUTIVO fue volver al pasado, a mi infancia cuando mis padres me enseñaron a comer y disfrutar de nuestras callejuelas, con sus vermuts, sus platos de chup chup, donde te podías comer un buen pescado, una buena carne o simplemente, tomar esos berberechos (tan perdidos en nuestros aperitivos). Me encanto ver que aun en ese barrio quedan cosas de nuestra tierra, vida y esencia GRACIAS