Fuimos a comer en familia, hemos pasado delante muchas veces y no sabíamos que había un restaurante. Esto se explica porque es un oasis de tranquilidad y no hay ruido ni jaleo. Para empezar es un hotel rural, que además, tiene al lado una casa rural. El restaurante es muy tranquilo, transmite paz, tanto el entorno como el personal, muy atento y agradable. La comida deliciosa. El revuelto de langostinos, riquísimo. El solomillo parecía mantequilla. El sorbete de manzana muy fresco. Las niñas comieron muy bien y jugaron con otros niños en la parcela que está junto al restaurante. Fuimos a medio día, pero de noche debe ser un espectáculo, porque vi que tenían luces por toda la parcela y se escucha el agua correr. Totalmente recomendable. Para repetir. La pena es que no hicimos ni una foto, jeje.