Hace tiempo que no escribía una reseña, pero después de mi visita a esta pizzería, me vi en la necesidad (¡y con muchas ganas!) de compartir mi experiencia. Porque cuando uno encuentra un lugar donde no solo se come bien, sino donde también se siente realmente bien atendido, es justo reconocerlo. Y en este caso, la palabra que define todo es: excelencia.
Desde que entré por la puerta, supe que no iba a ser una visita cualquiera. El ambiente es acogedor, con una decoración que mezcla lo moderno y lo rústico en un equilibrio perfecto. Música a buen volumen, luz cálida, mesas limpias y ordenadas… todo cuidado al detalle. Pero lo que realmente marcó la diferencia fueron dos personas increíbles: Alex y Rouse.
Primero nos recibió Rouse, con una sonrisa genuina que te hace sentir bienvenida al instante. Amable, cercana y muy profesional. No es la típica atención robótica de otros lugares; se nota que disfruta lo que hace y que se interesa por cada cliente. Nos acomodó en una mesa cómoda, nos ofreció algo para beber y enseguida nos explicó algunas especialidades de la casa con tanto entusiasmo que ya queríamos pedir de todo.
Después llegó Alex, quien fue nuestro camarero durante toda la noche, y aquí es donde la experiencia se transformó en algo memorable. Alex no solo conoce el menú a la perfección, sino que sabe contarlo. Cada recomendación venía con una explicación de los ingredientes, cómo se preparaba, y hasta con anécdotas divertidas de clientes que siempre vuelven por ciertos sabores. Se tomó el tiempo de entender qué tipo de pizza queríamos, nos ofreció opciones fuera del menú, y todo sin apuro, sin presión, con una atención personalizada que pocas veces he visto.
Pedimos tres pizzas para compartir: una Margarita clásica (para probar lo esencial), una de barbacoa (¡una bomba de sabor!) y una de pollo con pimiento verde (dulce y sana). La masa es de otro mundo: crujiente por fuera, suave por dentro, con ese sabor artesanal que te dice que aquí no hay nada industrial ni congelado. Los ingredientes son frescos, generosos, y se nota que hay mucho amor detrás de cada receta.
Nos llamó la atención cómo, a pesar de estar el lugar bastante lleno, tanto Alex como Rouse mantenían la calma, el buen humor y un ritmo impecable. Nunca sentimos que tuviéramos que esperar demasiado por nada. Al contrario, todo fluyó de manera natural, como si ya nos conocieran de antes.
Pero más allá de la comida (que insisto, es de altísimo nivel), lo que me dejó con ganas de volver fue la experiencia humana. Porque uno puede comer bien en muchos lugares, pero que te traten con cariño, con respeto y con esa atención genuina… eso no es tan común.
Así que, si estás buscando una pizzería donde no solo te llenes el estómago sino también el corazón, este es el lugar. Y si tienes la suerte de que te atiendan Alex y Rouse, prepárate para una noche que no vas a olvidar. Ellos no solo trabajan ahí: le dan alma al lugar.
Mil gracias por una noche maravillosa. Volveré pronto. Y la próxima vez, ¡invito yo!
Elias
.
04 Octubre 2025
10,0
Las pizzas estan bastantes buenas, las mesas muy sucias, para sentarte tiene uno que recoger lo que dejan las personas sin sentido común, y avisar al personal para que limpien la mesa y uno poder comer como personas decentes, el ambiente es bastante tranquilo, claro fuimos un domingo por la tarde 🍕😋👍
José Fernández
.
01 Octubre 2025
8,0