El Toston de Oro en Arévalo

Comimos menú del día. Barato y sencillo, sin sorpresas. Mantel de tela, local muy amplio y camareros con experiencia. El menú del día no está explicitado ni en el exterior ni en la carta que te ofrecen, te obliga a preguntar por él.

Fuimos con la familia que vino de turismo a comer y la verdad nos sorprendió muchísimo para bien, la comida muy buena y muy bien presentada y la atención de 10 Victor el camarero muy atento y amable el ambiente muy bueno, la verdad repetiremos pues nos fuimos muy satisfechos.

Me encantó todo, la comida excelente y el servicio buenísimo. Lo.recomiendo cien por cien, soy de Coruña y es la primera vez que como allí pero pienso repetir. Gracias por el servicio tan bueno

En las tierras recias de Castilla la Vieja, do los campos dorados susurran cantares de antaño y el aire trae ecos de hazañas ya idas, hallé al fin posada digna del más ilustre paladar: El Tostón de Oro. Y no en balde tal nombre ostenta, pues cuanto allí se sirve es oro puro de los fogones. El local, cual alcázar de buen gusto, muestra ornamentos modernos que, sin desdeñar lo actual, rinden tributo al equilibrio y la hermosura. Sus muros relucen con limpieza y frescura, como si cada piedra fuera cuidada por manos de damas diligentes. El espacio es amplio como los campos de batalla y huele a nuevo, a mimo, a cocina honesta. Sus viandas… ¡oh, sus viandas! Son canto de juglares y suspiros de frailes golosos. Cada plato llega presto a la mesa, servido con gala y primor, como si fuera ofrenda ante el altar del apetito. La variedad de manjares es tal que el más exigente comensal hallará en ellos gozo: carnes tiernas como confesiones de doncella, pescados jugosos cual ríos en deshielo, y guarniciones que acompañan como fieles escuderos. Los postres, por su parte, son obra de alquimistas del dulce. Cada bocado, una poesía; cada sabor, una historia de amores eternos y pecados veniales. La calidad de cuanto se ofrece es notoria, no sólo al gusto, sino al ojo, pues la presentación es digna de corte real. Ubicado en parte noble de la villa, de fácil hallazgo para caminantes y jinetes por igual, cuenta con aparcamientos cercanos, como si la villa entera se rindiese a su fama. Y todo ello a un precio justo, más que razonable, que honra la mesa sin vaciar la bolsa. Así, alzando mi copa en nombre del buen yantar, dejo aquí testimonio de este hallazgo glorioso: ⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️ 5 estrellas quedan firmadas por mano de El Trovador de las Reseñas, Caballero andante del Buen Comer, y cronista de los sabores del Reino.

Restaurante con una carta muy completa, probamos las alcachofas confitadas y sus hamburguesas, todo exquisito.

Sitio en el que paramos camino a Madrid y la verdad que es un mesón donde el producto es bueno, las cantidades son óptimas y el servicio no es malo. Es cierto que cuando se empezó a llenar el salón, empezó la desorganización y con ello las esperas, de hecho, pedimos postres, cafés y cuenta por miedo a la espera. Por otro lado, pedimos solomillo al punto y fue punto y más lo que hizo que no se degustase tanto como se debería. Si que es cierto que la ensalada y los torreznos con revolconas estaban buenos, aunque eran más revolconas con torreznos. En general un sitio que se puede parar y comer buen producto, aún así, una cuenta de 191 euros para 4 personas se me antojó algo caro.

Bonito restaurante, buena comida y mejor camarera, Cristina, encantadora y atenta. Deberían premiar el trabajo de trabajadores tan profesionales y cercanos como es Cristina.

Muy rico el tostón, buen servicio, nos regalaron un paté de pollo casero para picar super rico. 😋