El Escondite de Conil en Conil de la Frontera

El sitio nos encantó, muy bonito decorado y acogedor, cenamos en el patio. Los camareros muy majos, pero tardaron muchísimo en servirnos, y el último plato que les faltaba por sacarnos tardaron 30 minutos que ya podría ser el postre. Les avisamos en 4 ocasiones que por favor si iban a tardar más no nos lo sacaran que teníamos que irnos a un evento y nos decían todo el rato que salía ya el plato, después de esperar tantísimo ya les dijimos que nos teníamos que ir ya de ya, y nos lo querían poner para llevar en un tupper, y obviamente no íbamos a pagar y a llevarnos un plato que tendría que haberse servido mucho antes de media hora y que ya no lo queríamos. Finalmente no nos lo sacaron, pero con mala cara

Muy buena experiencia, carta 100x100 sin gluten. Comida buenísima y personal muy atento. Volvería sin duda

Super amables los dos camareros que me han atendido tanto Antonio , como Inma. Y la comida espectacular el gazpacho de tomate y fresas y el atún ahumado. Trato excelente

Un lugar muy especial para cenar. Recomiendo reservar en el patio con unos días de antelación. La comida exquisita al igual que el trato de los camareros. Tienen una gran carta de vinos.

Sin duda un lugar para repetir, apto celiacos y muy buena atención, el chico que nos atendió muy profesional y cercano a la vez, se llama Israel, se ve que controla a la perfección el trabajo y la carta, conoce sus productos y domina la atención al público. El pan sin gluten merece mucho la pena, cosa que no suele ocurrir. La comida excepcional, no es barato pero pagas la calidad y el trato, sin duda ¡deseando volver!

Nuestra visita a Tragaluz no fue planeada, pero sí deseada (lo tenía en mi lista de resturantes a los que hay que ir en Conil). Llegamos tras una cancelación inesperada en otro restaurante que nos dejó colgadas a última hora. Eran casi las 23:00, y estábamos resignadas a que esa noche tocaría conformarse con cualquier cosa. Pero decidimos probar suerte en Tragaluz… y lo que vivimos allí superó cualquier expectativa. A pesar de la hora tan tardía, nos atendieron sin una sola mala cara. Todo lo contrario: el equipo nos recibió con una amabilidad y una disposición que cuesta encontrar incluso en horarios normales. Nos hicieron sentir bienvenidos desde el primer segundo, y eso, cuando uno llega a cenar tarde y sin reserva, vale oro. Además, el servicio fue increíblemente profesional y siempre con una sonrisa. En ningún momento nos dieron sensación de prisa ni de estar “cerrando por nuestra culpa”. El local es precioso. Tragaluz está ubicado a pocos pasos de la zona más animada de Conil, donde el bullicio es constante, especialmente en verano. Sin embargo, basta entrar para que el ruido quede atrás. El ambiente dentro es todo lo contrario: tranquilo, elegante, con una decoración cuidada y una iluminación suave que invita al disfrute pausado. En cuanto a la comida: sencillamente maravillosa. Todo lo que probamos estaba elaborado con productos de primerísima calidad, tratados con respeto y cocinados con técnica y buen gusto. Pero lo que más me sorprendió fue el tema sin gluten. Como persona celíaca, encontrar un restaurante donde realmente se toman en serio el tema –y no como un añadido forzado o limitado– es algo que valoro muchísimo. Aquí me sentí segura, comprendida y, sobre todo, pude disfrutar sin renunciar a nada. Si no me equivoco, toda la carta es sin gluten. Es cierto que Tragaluz no es un restaurante barato. Pero tampoco lo pretende, y sinceramente, no tiene por qué serlo. Lo que ofrece va mucho más allá de una simple cena: es una experiencia completa que combina producto, ambiente, atención y mimo en cada detalle. Y eso, para mí, justifica el precio sin ninguna duda. Salí de allí con la tripa llena y feliz pero sobre todo agradecida por cómo se resolvió una noche que parecía perdida. Tragaluz no solo nos salvó la cena, nos regaló uno de los mejores momentos del viaje

Llegamos a Tragaluz muy tarde, pasadas las 23:00, tras una cancelación de última hora en otro restaurante. Íbamos con prisa, cansadas y con cara de pocos amigos. Pero desde el primer momento, todo cambió: nos recibieron con una sonrisa, sin poner pegas por la hora, y nos atendieron con amabilidad y sin hacernos sentir incómodas ni un segundo. El espacio es precioso, tranquilo, elegante. Justo al lado de la calle más animada de Conil, pero dentro se respira paz. Es perfecto para desconectar y disfrutar. Y la comida… espectacular. Producto de primera calidad, bien tratado, sin florituras innecesarias. Pero lo mejor: el restaurante es 100% apto para celíacos. Toda la carta es sin gluten, y lo tienen totalmente controlado. Como persona celíaca, es un lujo cenar con esa tranquilidad, sin miedo y sabiendo que puedes elegir lo que quieras. No es habitual encontrar un sitio así, con tanto nivel y sin riesgo de contaminación cruzada. No es un sitio barato, pero lo vale todo: por la calidad, por el trato y por la seguridad que ofrecen. Salimos felices, relajadas y muy agradecidas. Fue, sin duda, una de las mejores cenas de nuestro viaje

Las carrilleras riquísimas y los postres aún más. A destacar la tarta de queso. Dejan entrar a perritos y el servicio es muy amable.

La comida rica pero sin más. Por el precio nos esperábamos algo mejor. No pedir las arepas, no estaban recién hechas. Bastante majo el mesonero que nos atendió que nos dio varias recomendaciones de Cadiz.

Llevo viniendo al Escondite desde que abrieron, ya en tres ubicaciones distintas Y la verdad este año no es lo mismo No es que esté mal , pero el recuerdo era mucho mejor Desaparecen platos emblemáticos, la carne del solomillo regular tirando a mal. El atún muy bueno Carta de vinos más corta Antes era un referente visita obligada, ahora uno más. El año que viene le daremos una oportunidad, espero no sea la última