¡Buenos días, mi café favorito! Llegué tarde el sábado. El domingo estaba cerrado. Apenas esperé hasta el lunes. Y entonces llegó ese día. Me desperté, me lavé y corrí hasta aquí, diría yo en pijama. Y entonces la puerta se abrió delante de mí. Las mismas, las mismas caras. La camarera tras la barra, una auténtica española. Pareció reconocerme por la expresión de mi cara, pero por si acaso, me preguntó de nuevo qué quería. En la entrada estaba sentado un hombre tomando café, leyendo el periódico y sorbiendo algo en voz baja. Un hombre mayor estaba sentado tras el barril. Así que tomé dos cafés: uno expreso y otro con leche. Me senté en mi mesa favorita de la esquina. ¡Me dije a mí misma: "En casa!"!