Gallego es el templo de las empanadillas, crespillos, exploradores, pasteles, pan... todo está genial siempre. El trato muy bueno y la familia es encantadora. Desde los años 80 iba de pequeño y ya de mayor es una visita obligada siempre que vuelvo por Cartagena con mi familia y me llevo varias bandejas de vuelta. Recomendable en todos los aspectos.