23/06/2025: Sin lugar a dudas la mejor ensaladilla rusa que he probado.
19/06/2025: Una sinfonía de sabores que acaricia el alma
Desde el primer bocado, la experiencia se convirtió en un viaje sensorial memorable. Los entrantes marcaron el compás perfecto: unas croquetas de jamón que redefinen el estándar, con una bechamel sedosa que se funde en el paladar y un sabor profundo, elegante. Le siguió un buñuelo de textura etérea, tan suave y cremoso que parecía deshacerse con la mirada, dejando una explosión de sabor tan precisa como deliciosa. Y el risotto… un auténtico espectáculo. Servido sobre una base crujiente, como si de un delicado hojaldre se tratase, recordaba a una pequeña tarta salada, donde cada grano de sémola de trigo se entrelazaba con el resto en una danza perfectamente orquestada.
El solomillo fue una oda a la perfección. Tierno hasta el suspiro, con una salsa reducida que equilibraba intensidad y elegancia, acariciando el paladar como seda sobre piel cálida. Cada bocado era una caricia, una emoción contenida en textura y sabor.
Los postres cerraron la experiencia como un último movimiento en una pieza de música sublime. Con cada cucharada, la alegría era casi infantil, como si un niño bailara dentro de uno al redescubrir la dulzura más pura y sincera.
La atención del equipo, impecable. Cercana, profesional, con ese equilibrio perfecto entre discreción y calidez. El ambiente —cómodo, acogedor, bellamente cuidado— envuelve y acompaña sin distraer, potenciando el verdadero protagonista: la cocina.
Si lo que se busca es sentirse acogido e inmerso en una experiencia donde cada detalle ha sido pensado para conmover, este es, sin lugar a dudas, el lugar al que se debe ir. Aquí, el sabor no se sirve; se vive.