02/01/2025: EJEMPLO DE HUMANIDAD
Decidimos acudir al local para comer el día 31 de diciembre (Nochevieja), fecha que se presume de alegría. Tras solicitar una mesa para dos adultos y un niño de 3 años, de las 11 mesas que había ubicadas en la calle (utilizada como terraza), el camarero tuvo la amabilidad de acomodarnos en una de ellas.
El niño, como tal y siendo la fecha tan señalada jugaba en nuestra mesa con un TIMBAL DE PLÁSTICO y CANTANDO VILLANCICOS (apenas se le entiende lo que canta porque habla lo justo), mientras el camarero nos ofreció la carta y nos marchó dos cervezas y una fanta de limón para el pequeño.
Pues bien, de pronto, un señor (por llamarle de alguna manera) que se encontraba en la mesa de al lado junto con dos personas más, vociferó repentinamente a mi pareja en los siguientes extremos: “niña, dile al niño que pare con tamborcito, ¿no?”. (Con cara de desprecio y señalando su oído). Mi señora le preguntó qué pasaba educadamente, a lo que el tipo le insistió con un; “ qué pasa, que deje el tamborcito ya que estamos comiendo” (todo eso mientras pasaban infinidad de coches, carros de caballos y grupos de personas en plan jolgorio para despedir el fin de año). Insisto, el timbal era de “plástico”, para que os podáis hacer una idea.
Mi pareja quitó el tambor al niño y éste comenzó a llorar desconsoladamente. Viendo que el niño se mataba a llorar, a los varios minutos, le pidió la cuenta al camarero sin llegar a pedir nada más, quedando este muy extrañado. Mientas tanto, al ver a mi hijo llorar sin consuelo, me dirigí a él para decirle que se trataba empatía, sensibilidad y educación, pues era un niño de tan solo 3 años, en la calle, con un juguete de plástico, día de fin de año, todos habíamos sido niños y ni siquiera se había acercado a su mesa a molestarle. El chulo, porque no tiene otro adjetivo más suave, me miró con risa de guasón haciéndome un gesto de desprecio ( me callé porque no quise seguir la conversación por no llegar a extremos peores, y menos delante de menores). Quizá, por la compañía que llevaba, pudiese ser un divorciado amargado al que le faltan los amigos(tengo que decirlo).
Ante ello, mi pareja entró al local para pagar y le comunicó al camarero y al dueño lo sucedido.
La respuesta fue ejemplar, ya que salió el dueño y dijo: “estamos en Nochevieja, en la calle y los niños son niños y hay que entenderlos como son. Todos hemos sido niños. No os vais a marchar, os voy a poner una mesa aquí dentro y que toque todo lo que quiera”. Y así lo hizo, y además, jugó con el pequeño cantándole y animándole para que tocara su tambor. Por cierto, el individuo ya había comido porque se marchó a los 10 minutos, pero le molestaba al “nene”.
Tengo que dar las gracias tanto al jefe como al camarero por el trato, la elegancia y la educación con la que actuó, dejando en evidencia la prepotencia del señor que olvidó que alguna vez fue niño, careciendo de la más absoluta empatía y sensibilidad. No vale ni para ser chulo.
En cambio, el dueño y el camarero actuaron de manera ejemplar y consiguieron animar a mi hijo de tan solo 3 años.
Sembrado lo anterior, también tengo que dar la enhorabuena por la comida, ya que estaba todo muy rico y elaborado con gran mimo. El servicio rápido, atentos y amables. Entre todo lo que pedimos, destacar las tostas y el queso (tremendo). Calidad/precio muy recomendable.
GRACIAS DE NUEVO. Un fuerte abrazo desde Murcia.
31/12/2024: La comida buenísima el camarero Jesús genial muy bien todo volveré