24/04/2025: Fuimos a Catalina a comer en familia el lunes de Pascua, y la experiencia, aunque agradable en muchos aspectos, dejó también espacio para algunas observaciones constructivas.
El entorno es, sin duda, su mayor fortaleza: una terraza encantadora entre árboles, que transmite la sensación de estar junto al mar, aunque no se vea directamente. El ambiente es distendido, con un público mayoritariamente familiar, lo que hizo que nos sintiéramos cómodos a pesar de que la música recordaba más a un beach club que a un restaurante familiar.
El servicio fue correcto, aunque algo desbordado por momentos. Apreciamos el esfuerzo del equipo, pero en algunos puntos se notaba cierta falta de ritmo y coordinación.
En cuanto a la propuesta gastronómica, la carta es variada y apetecible, con entrantes frescos, fritos, arroces, carnes y pescados. Sin embargo, la ejecución no siempre estuvo a la altura del precio. Hubo varios platos que, si bien tenían buen planteamiento, se quedaron a medio camino por temas de punto de sal, cocciones o cantidades.
Algunos ejemplos: la gilda, a 8 € la unidad, estaba excesivamente salada; la ensaladilla con atún rojo (20€) resultó desequilibrada, con demasiada mayonesa y muy poco del ingrediente estrella. Las almejas eran pequeñas pero sabrosas, los mejillones gratinados y la coliflor estuvieron bien, el carpaccio de tomate y las alcachofas ricas.
Uno de los principales platos, el bogavante con huevos fritos y patatas (100€), tenía el problema de que los huevos llegaron demasiado cocidos, y tuvimos que pedir otros con la yema líquida para poder disfrutarlo como es debido. El arroz de gamba(38€/pp), correcto pero algo pasado; el de chuleta (40€/pp), de sabor potente pero excesivamente salado y graso.
El shock lo tuvimos con los postres. Pese a que nos avisaron de que eran para compartir entre dos, las raciones eran tan desproporcionadas que habrían servido fácilmente para siete u ocho personas. Aunque todos estaban buenos —con mención especial al tiramisú y la torrija (los menos ricos fueron el cheesecake y la torta de chocolate)—, el tamaño resultó exagerado hasta el punto de generar un importante desperdicio, algo que nos incomodó. De verdad que lo del Tiramisú en esa copa gigante no tiene sentido alguno.
A pesar de todo, cerramos la jornada tomando café en la zona de mesas bajas y tumbonas en el "bosque", un espacio muy agradable que alargó la sobremesa de forma ideal.
En resumen, Catalina ofrece un entorno privilegiado y una atmósfera cuidada, con una propuesta gastronómica atractiva en papel pero aún con puntos por pulir en ejecución y coherencia calidad-precio. Es un sitio donde también se paga también por el lugar y el ambiente, y aunque la experiencia global fue positiva, esperamos que con pequeños ajustes pueda alcanzar el nivel que su ubicación y concepto prometen. (Fueron 140€ pp)
22/04/2025: Un lugar elegante y bonito donde relajarse en buena compañía. La comida y el servicio espectacular 👌