Debo confesar que escribir esta reseña me llena de un dilema existencial. Por un lado, siento la obligación moral de alabar este tesoro gastronómico; por otro, me aterra la idea de que se corra la voz y pierda ese aire de exclusividad que tanto disfruto. Pero, en fin, aquí va.
Desde el momento en que cruzas la puerta de El Nou Versàtil, te invade una cálida sensación de hogar, cortesía de su dueño, que tiene la habilidad de hacerte sentir como si fueras un viejo amigo que ha vuelto de un largo viaje.
Pero vayamos al grano, o mejor dicho, a la ternera. Su ternera saté es una obra maestra, un plato que merece ovaciones de pie y un lugar en el panteón de los mejores sabores. Cada bocado es como descubrir un secreto bien guardado, un tesoro escondido que no quieres compartir con nadie.
Los entrantes tampoco se quedan atrás: rollitos crujientes y yozas que hacen su trabajo con dignidad. No te van a cambiar la vida, pero son ese compañero fiable que siempre cumple.
Y ah, los postres. Caseros, auténticos, esenciales.
Ahora bien, pongamos las cartas sobre la mesa: el local está en una zona guiri, de esas que te hacen dudar, y está regentado por un chino que, honestamente, sabe lo que hace. El ambiente es más bien sencillo, sin florituras, pero no se dejen engañar por las apariencias. Porque aquí, lo que realmente importa es lo que llega al plato, y créanme, vale cada céntimo.
Si tuviera que buscarle un "pero" —y créanme, lo hago con esfuerzo—, sería el precio. Es cierto que aquí la cuenta puede picar un poco más de lo que esperabas, pero cuando se trata de calidad, uno a veces tiene que cerrar los ojos, suspirar y recordar que lo bueno cuesta.
En definitiva, El Nou Versàtil es ese lugar que recomendarías con la boca pequeña, solo a las personas que realmente aprecian los placeres de la buena mesa. Si decides ir, hazlo con discreción…
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14 Noviembre 2024
10,0