Agustín y Felisa son personas raras hoy en día, excepcionalmente amables y nos dieron una bienvenida extraordinaria, ¡completa con tapitas! Su finca, que Agustín estuvo feliz de mostrarnos, es magnífica, situada como un remanso de paz en la ladera del barranco. Sus vinos son excepcionales, con un grado de alcohol que Agustín limita voluntariamente recogiendo sus uvas en el momento adecuado. Bebí el mejor vino que probé en Canarias, ¡y lo dice un borgoñón! ¡Este encuentro sigue siendo para nosotros un momento mágico!
Henriette y Marc