Restaurante Prima Porta en Mérida

Super bien y fresquito ademas un precio razonable, bastante recomendable

La comida expectacular el ambiente ni muy petado ni muy vacio y el servicio 10 de 10 sobre todo uno de los camareros

Mi experiencia buenísima, hemos repetido. Tienen un montón de opciones sin gluten y la comida está increíble. Los precios no son excesivamente caros en comparación con la calidad de la comida. Volveré a repetir sin dudar.

Algunos platos, incomprensibles. Le sobran sabores.

Estuvimos hace 15 dias. Miy bien, en base calidad precio. Nos gusto mucho. Muy biein adaptado para personas en silla de ruedas, aseo adaptado. Recomendable!!

Muy buena experiencia. Todo delicioso y la atención estupenda. El local está decorado con muy buen gusto. Pedimos el jamón, las anchoas y las croquetas de patatera.

El restaurante esta situado cerca del anfiteatro, amplio con espacio suficiente entre las mesas, y con una agradable decoración. La comida de calidad y excelente preparación. Cabe destacar el bacalao y la tarta de chocolate y naranja. Atencion exquisita de Angel durante el servicio.

Muy bien en todos los sentidos. Desde el servicio, la comida y también el local. Muy preocupados por obtener buenas puntuaciones, sin duda lo lograran, pero co un poco de paciencia. Lo tienen todo para que los recomienden. Son muy buenos.

Calidad de producto y servicio excepcional. Equilibrio calidad y precio. Servicio muy atento y amable. Para repetir, sin duda.

En Mérida, donde el sol cae a plomo en verano y la ciudad respira historia y polvo dorado, hay un lugar donde el tiempo se detiene y uno se siente en casa sin estar en casa. Prima Porta no es solo un restaurante; es un refugio cuidadosamente diseñado para los que aprecian el confort, la luz y el sabor auténtico de las cosas bien hechas. Desde que cruzamos la puerta, supimos que aquello iba a ser especial. El local es amplio, con un mobiliario cómodo como el abrazo de alguien que te quiere de verdad. La luz natural entra sin pedir permiso, llenando cada rincón con una calidez que no abrasa, que acompaña. Y pese a que fuera el calor aprieta como si no tuviera alma, dentro se respira fresco, limpio, tranquilo. Uno se sienta y no quiere irse. Pero lo que verdaderamente marca la diferencia es la gente. Marc, el chico que nos recibió, es de esos que hacen que todo fluya sin que te des cuenta. Tiene esa manera de estar que no molesta, pero tampoco te suelta. Se portó de maravilla, como si te conociera de antes, como si tu comodidad fuera asunto personal suyo. Y ese detalle, ese estilo, no se compra ni se aprende. Se tiene o no se tiene. Y luego llegó la comida. Empezamos con una ensaladilla con toque tailandés, fresca, cremosa y atrevida, que te rompía los esquemas en el mejor de los sentidos. Vinieron después las “extra bravas”, unas patatas con carácter, bien fritas, bien salseadas, que hablaban claro y fuerte. Los huevos rotos con jamón ibérico fueron otro capítulo aparte: yema perfecta, jamón del bueno, de ese que no necesita presentación, y una mezcla que te reconcilia con la vida. Las croquetas de jamón eran pequeñas bombas de sabor, crujientes por fuera, sedosas por dentro, de esas que hacen que cierres los ojos al masticar. Y por último, la ensalada de burrata, que fue, sin exagerar, la mejor ensalada que muchos de nosotros habíamos comido en nuestra vida. Una burrata que parecía tener historia propia. En resumen: cinco estrellas. Porque no hay otra forma de decirlo. Porque Prima Porta no falla, y porque hay sitios a los que uno vuelve, no por costumbre, sino por necesidad. Yo volveré. Y no solo por la comida. Volveré porque en tiempos donde todo va rápido, hay lugares que entienden que lo importante es cómo te hacen sentir.