Restaurante La Barra de Rayuela en Santa Cruz de Tenerife

Restaurante agradable. Servicio profesional. Terraza.

La terraza preciosa, el ambiente muy bien. La comida no está mal

El restaurante es bonito, la terraza me gusta por su encanto, muy acogedora por su bonita vegetación y decoración donde la velada nos resulta "muy agradable" siempre que lo visitamos. Sus platos son muy buenos, una carta variada, esta vez probamos las croquetas de jamón ibérico que estaban riquísimas, y el brownie con helado de vainilla toda una delicia. En la atención son rápidos y amables. No dejes de visitarlo si estás por el centro de Santa Cruz 💚💚

El entrecot estaba cocinado a la perfección, tierno y lleno de sabor, acompañado de una ensalada fresca y bien aderezada. Servicio rápido y amable, ambiente agradable. ¡Una experiencia fantástica, muy recomendable!

Comida deliciosa y económica. Camareras muy amables. ¡Un Aperol delicioso!

Una terraza muy agradable, carta apetecible a buen precio y buen servicio Un buen plan, la verdad

Excelente trato por parte del personal muy amables y atentos , la comida sin duda muy buena también especialmente el ceviche de atún una delicia , lo recomiendo muy bien ambiente ;)

En especial el camarero tatuado me prestó muy buen servicio y el sitio muy agradable

Escondido junto a una de las calles más históricas de Santa Cruz, el Restaurante La Barra de Rayuela ofrece un pequeño y apartado patio que parece casi oculto a simple vista. Nos sentamos en una de las ocho mesas del exterior, rodeadas de exuberante vegetación que creaba una suave barrera entre nosotros y el tráfico peatonal. Aún se podía vislumbrar la vida pasar: turistas paseando, lugareños de paso, pero desde nuestro sitio, todo parecía tranquilo. El montaje era sencillo, elegante y tranquilo: pocas mesas, plantas bien colocadas y buena energía. El servicio fue impecable. Nuestro camarero fue cálido, atento y claramente orgulloso de la comida servida, y con razón. Con tan pocas mesas, pudo dedicar su tiempo y atención a cada comensal, y eso hizo que la experiencia se sintiera elevada sin ser pretenciosa. Empecé con un plato de jamón ibérico en lonchas, cortado al momento, de la pata del restaurante. El corte era generoso, no en tamaño, sino en intención. Cada pieza era sedosa, sabrosa y claramente de alta calidad, el tipo de jamón que no solo acompaña una comida, sino que la define. Pero lo más destacado —la razón por la que recordaré este lugar mucho después de irme de Tenerife— fue el steak tartar. He pedido steak tartar en restaurantes de todo el mundo y a menudo me decepcionan las preparaciones demasiado elaboradas, el rábano picante demasiado fuerte o las guarniciones agresivas que eclipsan la carne. ¿Pero aquí? Fue una revelación. Equilibrado, limpio y con una sazón magistral. Los sabores se fundían de una manera que parecía intencionada pero sin esfuerzo, como si el chef confiara en que los ingredientes hablaran por sí solos, y así fue. Cada bocado tenía una textura perfecta, una composición perfecta. Fue, sin exagerar, uno de los tres mejores platos que he probado en mi vida. Consideraría seriamente volver a cruzar el Atlántico solo para probarlo. Mi novia pidió el ceviche y lo disfrutó mucho: brillante, fresco y bien hecho. Pero fue ese tartar lo que me impactó. Me fui deseando haber pedido la receta, sabiendo que nunca la conseguiría, pero aun así agradecida de haberlo probado. En una ciudad que no me gustó especialmente, este restaurante fue un auténtico éxito. La comida era excepcional, el servicio impecable y el ambiente, encantador sin ningún esfuerzo. Restaurante La Barra de Rayuela es de esos lugares que no solo te impresionan, sino que te quedan grabados en la memoria.

Uno de los empleados, en específico el de los tatuajes, nos prestó un muy buen servicio, muy buena atención y muy agradable