Me acerqué a cenar un sábado noche, a finales de septiembre. ambiente acogedor, en seguida nos ofrecieron la mesa reservada. Era una mesa alta, con dos taburetes. Hubiera preferido mesa baja, con sillas, pero reservamos tarde y aunque en un principio nos dijeron que estaban completos unos minutos después nos llamaron para decirnos que sí que había mesa. Trato cálido y profesional. Nos ofrecieron la carta así como las sugerencias. En mi opinión, abundante carne roja y exceso de grasas saturadas y colesterol. Pedimos empanadillas de caldillo, serranito en croquetas y la lasaña frita de rabo de toro. La carta debería incluir algún plato vegatariano y/o vegano pues solo tienen el humus de garbanzos fritos y las bravas. Platos sabrosos, buena presentación pero caros. Se agradece el chupito de limoncello que te ofrecen al final. Volveré.