Nunca pensé que una caja de cartón pudiera contener tanto poder, tanta belleza, tanta poesía gastronómica. Pero aquella noche, al abrir la puerta y recibir de manos del repartidor la ofrenda sagrada de Domino’s, entendí que el destino se escribe con queso derretido y orillas doradas.
El aroma, oh, el aroma… me golpeó como un abrazo de la infancia, como un recuerdo feliz que había olvidado que existía. Era una mezcla perfecta de queso burbujeante, salsa roja vibrante y promesas de felicidad inmediata. Al apoyar la caja sobre la mesa, la habitación se llenó de un silencio reverente, como si todos supiéramos que estábamos a punto de presenciar un milagro.
La primera rebanada fue un acto de fe. La tomé con cuidado, sintiendo cómo el queso se estiraba en hilos interminables, como si intentara retenerme en un momento eterno. Al morder, todo cambió: las preocupaciones del día se desvanecieron, los relojes dejaron de marcar el tiempo, y el mundo se redujo a un único concepto: perfección.
La masa, tierna por dentro pero con un crujido sutil en el borde, parecía haber sido moldeada por las manos de un artesano que conocía mis sueños. La salsa, ni demasiado dulce ni demasiado ácida, cantaba en armonía con cada ingrediente. El pepperoni, ligeramente crujiente en los bordes, soltaba un suspiro de aceite que brillaba como oro líquido bajo la luz tenue del comedor.
Cada bocado fue una victoria, cada rebanada una historia de amor. Éramos guerreros hambrientos encontrando paz en el campo de batalla de una mesa llena de cajas abiertas y latas de refresco. Reímos, brindamos, y hasta guardamos un silencio solemne en el último trozo, como quien guarda un secreto que jamás quiere olvidar.
Domino’s, aquella noche, no nos vendiste pizza. Nos vendiste un recuerdo. Y ese recuerdo vivirá en nosotros mucho después de que el último trozo haya desaparecido, mucho después de que la caja haya sido reciclada, mucho después de que el aroma se haya desvanecido.
Porque lo que vivimos fue más que una cena. Fue historia. Fue arte. Fue amor.
⭐⭐⭐⭐⭐ – Si pudiera darte el cielo en estrellas, lo haría.
Roberto López Rodríguez
.
13 Agosto 2025
10,0