Cataria en Chiclana de la Frontera

Cataria es uno de los mejores restaurantes en los que he estado. El ambiente es relajado y elegante. El servicio es exquisito y los cursos están perfectamente sincronizados. Cada plato es equilibrado, emocionante, sorprendente y sabroso. Se nota que se pone mucho amor en todos y cada uno de los platos. Desde la terraza interior y exterior, se obtiene una vista al mar y a la lujosa zona de la piscina del hotel. Mientras disfruta de la cena, podrá disfrutar de una vista perfecta de la puesta de sol. Los platos se acompañan con pan de masa madre recién horneado, aún caliente. Cada plato se combina con una variedad de vinos locales. Fernando es el jefe de cocina, director del restaurante, responsable de suministros y el corazón y el alma del restaurante. Él mismo obtiene los ingredientes localmente. Las frutas y verduras proceden de un agricultor local. Todo el pescado y marisco procede de pescadores locales conocidos por su nombre, principalmente de la lonja de Conil. Dependiendo de lo que pesquen los pescadores ese día, el menú puede variar, lo que demuestra la localidad y exclusividad de los platos. Visité el restaurante dos veces y en ambas fue una experiencia espectacular.

Caro, rico y adaptado a celiacos La calidad de la comida excelente. Todo estaba buenísimo, sobretodo los postres. Al principio fue un poco lío, tardaron un rato en atendernos. Pero luego nos trataron muy bien. Con lo que nos fuimos con muy buen sabor de boca. Debo destacar que son muy muy simpáticos. Cosas que se podrían mejorar: siendo la hora de la cena en un restaurante tan lujoso, no deberían permitir que haya niños correteando entre las mesas. También creo que deberían mejorar el tema del tabaco. Si no está permitido fumar en las mesas, pedir a los clientes que se encienden el cigarro en la mesa o se coloca de pie pegado a la mesa, que no se salten la norma, y rogarles que se vayan a la zona permitida de fumar para evitar ahumar a los clientes que queremos cenar tranquilos libres de humo.

Un lujo ... para un capricho. Fui con unos amigos el pasado mes de septiembre, atraídos por la fama de su parrilla. El lugar es precioso, en un hotel maravilloso. La carta es de precios muy elevados. Cuatro personas tomamos un tomate troceado, una mini ración de un guiso de marmitaco (una cucharadita por cabeza), unas ortiguillas diminutas, un pescado 'bocinegro' (tocamos a un trocito por cabeza), dos botellas de los vinos blancos más baratos, y los postres y cafés, y pagamos unos 440 euros. Todo rico, pese a ser escaso. El lugar precioso, la atención muy buena, pero .... me pareció un lujo que pocos se podrán permitir